Birdman es una película que anida en ti, y no es hasta que ha pasado un largo tiempo desde que la has visto que finalmente explota en tu ser y te hace ver la gran obra creada por Iñárritu encabezada por un Keaton dándonos un personaje inolvidable.

Son muchos los que han intentado jugar con eso de la cuarta pared, un recurso que se emplea con más o menos acierto pero que siempre deja boquiabierto al espectador. Iñárritu lo hace sin obsesionarse, y nos muestra una obra de teatro dentro de una obra de teatro marcada por un plano secuencia que se extiende a lo largo de su metraje. Una idea inspiradora que a mucha gente se le ha ocurrido pero que pocos se atreverían a llevarlo a cabo.

He de reconocer que me pasé la primera hora sin pestañear prácticamente de ese plano secuencia en lugar de meterme en la película. Estaba más pendiente de pensar en qué debería estar ocurriendo por detrás de las cámaras que en el fuerte trabajo de profundidad de los personajes que se habían trabajado, y es que Birdman es una película tan interesante que podríamos catalogarla como una película de 360 grados. Los actores actúan magníficamente bien en plano, pero de alguna manera notas como esa actuación se prolonga al espectro que no vemos y que a veces Iñárritu nos muestra de manera sutil en espejos y otros reflejos evidentemente voluntarios.

La película está llena de detalles, y cuenta con una sabiduría casi inesperada. Goza con la técnica necesaria para encandilar a los más exigentes en esto del cine gracias a una realización y a una fotografía sobresaliente y a la misma vez tiene las dosis perfectas de diversión con una trama interesante y un sentido del humor muy personal. Birdman puede parecer una película perezosa en un principio, pero acaba siendo una experiencia de lo más enriquecedora en todos sus aspectos.