Con permiso de Los Mercenarios, en las dos últimas entregas (y en las que vienen) podemos encontrar en la saga Fast & Furious el Ocean's Eleven de la acción comercial y llena de testosterona que lidera hoy en día las carteleras del cine más palomitero. Fast 5 es una buena película, sobre todo porque no esperas que a la quinta vaya la vencida.

No es una victoria autoritaria, porque eso llegaría en la sexta, pero sin duda es la antesala de algo grande. Digamos que Fast 5 fue una recompensa para aquellos que se mantenían fieles a una saga que sonaba a espectadores llenos de niños jugando mucho al Need for Speed. La película es buena, pero no llegó tanto precisamente por toda la "mala fama" que se ganaron anteriormente. La sexta directamente consiguió aumentar el respeto por la saga un 200 %.

Estamos ante un sorprendente reparto que incorpora a Dwayne Johnson, que hay que ver cómo llena la pantalla el hombre, y no me refiero sólo a físicamente. Es cierto que es una película donde predomina el llamadao "Bromance" que se dice por aquellas tierras, pero eso no quita para que estemos ante una espectacular cinta de acción con sorpresas incluídas.

Los motores de Fast & Furious están muy engrasados, pero alguien debería decirle a Justin Lin que su metraje nunca es el adecuado. Siguiendo con el símil automovilístico, tanto metraje acaba por desgastar los neumáticos. Si bien es cierto que el final es espectacular el principio merma demasiado las ganas de verla, por lo que de ser una excelente película acaba pareciendo una buena película con demasiada paja por el medio, casi como si estuviéramos viendo una versión extendida de una película que no lo necesita.