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Voto de labutaquitayelmar:
9
Cine negro. Thriller España, a comienzos de los años 80. Dos policías, ideológicamente opuestos, son enviados desde Madrid a un remoto pueblo del sur, situado en las marismas del Guadalquivir, para investigar la desaparición de dos chicas adolescentes. En una comunidad anclada en el pasado, tendrán que enfrentarse no sólo a un cruel asesino, sino también a sus propios fantasmas. (FILMAFFINITY)
7 de octubre de 2014
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bienvenidos a los recién estrenados años ochenta, en una pequeña localidad sureña, donde la indefensión que genera la pobreza y la ignorancia es el mejor caldo de cultivo para sembrar miedos, abusos y desconfianzas entre la población de una manera impune.

El planteamiento de esta gran película es de sobra conocido: Un par de policías se trasladan a un pequeño pueblo (en este caso sito en las bellas marismas del Guadalquivir) a investigar la desaparición de dos jóvenes hermanas en los días de feria.
El director me logra enganchar, ya desde los títulos de crédito, con una atmósfera ambigua, desafiante y enigmática. Me divertí mucho con este thriller con tintes clásicos, que me mantuvo en vilo hasta el final de la película, maravillosamente resuelto.

“La Isla Mínima” tiene muy buenas interpretaciones, personajes creíbles y un magistral trabajo de Javier Gutiérrez, el “Satur” de Águila Roja, que se reinventa encarnando a Juan, un policía con pasado turbio y que se rige por principios diametralmente opuestos a los de su compañero Pedro (Raúl Arévalo): joven promesa en el cuerpo de policía y contestatario con las formas, aún vivas, del antiguo régimen dictatorial del que salíamos a principios de los ochenta.

A lo largo del metraje el director nos va llevando de viaje, como en un bote, por las marismas, del que no dejan de nacer ramificaciones, afluentes y meandros. Alberto Rodríguez nos retrata una sociedad rural, sobreviviente, sometida y conformista con su desilusionante destino al que hacen frente los jóvenes del lugar, que se rebelan pagando, a veces, un alto precio.
La película es como una pequeña cebolla cuyas capas van cayendo paulatinamente y en la que cada personaje guarda su propia historia, que apenas vislumbramos, pero que me habría encantado explorar mucho más (por ejemplo el del “sintecho” encarnado por un gran Salvador Reina).

En este juego de realidad velada, la historia (capitaneada por la pareja de policías) nos va abriendo puertas en las que el director nos invita a entrar, y mirando, de soslayo las que dejas atrás, llegamos al brillante cénit argumental en el que te cuadra todo.
Salgo del cine encajando piezas y con regusto de haber visto buen cine negro, posiblemente el mejor cine español del año.
(Advertir que ésta se rodó antes que la exitosa serie True Detective, con la que guarda no pocas semejanzas).

Muchas gracias por su tiempo para leerme. Hasta la próxima.
labutaquitayelmar
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