Entretenida comedia, con algunos apuntes presuntamente dramáticos, pero sin llegar a las lágrimas y sufrimiento humano.
Está bien llevada y goza de excelentes interpretaciones, sobre todo de Dennis Quaid, en un papel a su medida y que parece necesitaba tras algunos años en tierra de nadie.
La historia se sigue sin problemas y el ritmo es el adecuado. No obstante, al final se le puede tildar de blanda, pues no se atreve, quizás porque ese no es el espíritu del film, a llega más lejos en sus propuestas y en sus posibilidades dramáticas.
No en vano se tocan temas verdaderamente duros, como el paro, los tejemanejes de los grandes emporios, dispuestos a devorar pequeñas empresas con tal de conseguir más beneficios, aunque eso signifique el despido fulminante de "los peones", gente con familia y que han trabajado duro toda su vida. Y ahora, por esas desconocidas leyes de la macroeconomía, ¡zás, a la calle!.
Pero no, aunque todo esto se ve, la sangre no llega al río y estos problemas se contemplan bajo el género de la comedia. Una comedia llevadera, que hace pasar bien el rato, pero no se atreve o no quiere profundizar, por lo que nunca pasa de la superficialidad.
Hay buenos diálogos, algunas inteligentes réplicas y el aspecto técnico es bueno. Preciosa fotografía, bonitas canciones, y una elegancia formal con impecable decoración de interiores.
Lo que le falla o no llega a convencer es lo dicho, que el guión no es más valiente (los guionistas o productor, vaya) y solo se atisba lo que podría haber sido pero no es al renunciar a escarbar en una lacra de nuestro tiempo.
Con todo, es amena, no aburre en absoluto y deja un aceptable sabor de boca, sobre todo porque su final (sus últimos cinco minutos) es creíble y se aleja de lo trillado en este tipo de filmes.