Francofonía va más allá del género documental para adentrarse en en ensayo cinematográfico. Valiéndose de una hábil mezcla de filmaciones históricas y ficciones basadas en hechos reales, el director aborda la ocupación de París por el ejército alemán en 1940 en su relación con el Louvre. En su discurso defiende la supuesta confraternización del director del museo con el oficial nazi conde Metternich, cuyo resultado habría permitido que el Louvre y sus fondos fuesen respetados, circunstancia que no se dió, por ejemplo, en Leningrado.
Sokurov sugiere que el conde alemán actuó morosamente a espaldas de Hitler favoreciendo los intereses culturales de los franceses, sin parecerle suficientemente relevante que la mayor parte de las obras ya habían sido escondidas antes de la ocupación. Tampoco valora la influencia que pudo ejercer la Francia de Petain en los hechos.
El recurso a las figuras fantasmales de la República Francesa y de Napoleón movièndose en el interior del Louvre es un buen ejemplo de las posibilidades del film, pero quizá podía haber sacado más partido de los personajes.La República no hace más que repetir "liberté, egalité, fraternité" y el corso no cesa de reivindicar como obra suya los tesores del museo.
Lo mejor del film a mi juicio son las imágenes impactantes de las estatuas, de los cuadros (muy bellas las miradas que los retratos parecen dirigirnos a los espectadores) cuando el director nos las deja ver. Sokurov tuvo la libertad y el lujo de rodar en el Louvre y quizá debió aprovechar más y dejarnos gozar más de sus maravillas y menos de su pesada metáfora del barco hundiéndose en el mar cargado de arte.