Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Cinemagavia:
7
Musical. Comedia. Terror Seymour, un joven dependiente de una floristería, está enamorado de su compañera Audrie, pero ella sale con un sádico dentista. Un día, justo después de un extraño eclipse, Seymour compra una pequeña planta, a la que bautiza como Audrie II. La planta comenzará a moverse e incluso a hablar con Seymour, de forma que se convierte en una atracción para la ciudad. Lo que nadie sabe es que se trata de un ser abominable que se alimenta de sangre humana. (FILMAFFINITY) [+]
29 de mayo de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
*El fragor de los 80

Para muchos de los niños que crecieron con sus pegadizas canciones, es una de esas cintas que se recuerdan con cariño. No obstante, la historia se vuelve ciertamente algo edulcorada y con una luminosidad, tal vez, demasiado excesiva. Por lo tanto, no hay intención de buscar un fin más allá que entretener y en su virtud, también se encuentra su enemigo. En consecuencia, se ofrece una historia que se queda en un plano exterior y que su intención solo juega en el divertimento de la técnica musical y de la composición plástica, pero no se apoya en lo narrativo.

Lo mismo ocurre con los personajes que salen en escena, que, aunque son concebidos desde una caricatura más que plausible, pueden llegar a rebasar ese histrionismo tan alocado. De otra forma, tal vez si hubieran manejado las excentricidades de una manera que no se convirtiesen en un habitual, se podría haber disfrutado más. Luego, hay algunos temas de cierta sensibilidad que a parte del público le puede resultar una forma de denunciar una situación grave, mientras que a otros les puede parecer que se suaviza el tono real al que tiene que hacerse mención. Por último, el mensaje de superación en su propio protagonista, contrasta con la personalidad del antagonista, que, en verdad, sorprende y es uno de los grandes giros que da el film. A pesar de ello, si hubiera habido un desenlace más oscuro, como en la versión del director, se hubiera acentuado el toque de terror.

*Casi caricaturesco

Rick Moranis fue una de las grandes estrellas de esta época, considerándose uno de los reyes del cine familiar y de ciencia ficción. Con La tienda de los horrores vuelve a sumergirse en esa vorágine alocada, permitiéndole exhibirse con una gestualidad perfecta y una energía en la pantalla exquisita. Además, tiene una personalidad arrolladora y única, que junto a esa naturalidad “freak”, consigue sacar partido a la forma de expresar ante la pantalla y obtener una respuesta positiva por parte del público. En este film, incluso, podría decirse perfectamente que es la mejor interpretación que se puede ver en la película. Es más, incluso se hace disfrutable, porque le da un toque personal que permite equilibrar ciertas flaquezas que se sienten desde el libreto. Por lo cual, es de esas actuaciones que permiten levantar el nivel de la película, gracias a su participación.

Por otra parte, a Ellen Greene le ocurre lo mismo que Moranis, pero, al contrario. Lejos de ser una interpretación amena, su tonalidad vocal escogida durante los diálogos es chirriante y se hace algo menos manejable en las últimas secuencias. A pesar de ello, tiene esa caricatura escénica que el espectador no sabe si la adora o no la tolera, pero, sin duda, no pasa desapercibida. Después, Steve Martin está excelente, aunque en algunos momentos cae en la sobredosis de socarronería y locura activa. Por dicha razón, se puede sentir un exceso de movimiento que, aunque encaja con la esencia de la película, no se desmarca del exceso de florituras. Después, Vincent Gardenia da una interpretación meritoria y equilibra un poco toda ese frenesí colorido. Y por último, mencionar a Tichina Arnold, Michelle Weeks y Tisha Campbell-Martin. Son impresionantes y tienen una capacidad musical extraordinaria.

*Original y ¿excesiva?

Lo que hace de La tienda de los horrores algo distinto, incluso comparándola con otras versiones, es la manera en la que se ha realizado la composición audiovisual. Para comenzar, la banda sonora, a cargo de Alan Menken, tiene una calidad excepcional, donde permite al espectador dejarse envolver por unas canciones llenas de ritmo, de sensibilidad, pero sin perder frescura y emoción. Por lo cual, lo que se refiere a los números musicales, hay una disposición bien planteada a nivel sonoro. Después, la dirección artística y fotográfica han sabido coordinarse para dar un espacio visual acorde al gusto del hilo musical, cuidando los detalles, el movimiento y el encuadre, que dan un resultado que provoca un placer cinematográfico notorio. Únicamente en las partes musicales de la planta, en varias, se termina haciendo algo reiterativo.

Por otra parte, la dirección artística ha tenido que jugar un papel fundamental en la forma de realizar este film. A través de una artesanía de los efectos visuales, ha sabido recrear ese universo tan colorido como oscuro. Gracias a ello, lleva al espectador ante esta ambientación de fábula terrorífica, sin perder el contrapunto luminoso. Sin embargo, hay momentos en los que no consigue exprimirlo al máximo, al perderse la atención del público en determinada parte del guion que quita importancia al efecto visual. Después, los efectos especiales siguen funcionando perfectamente, dando mayor dinamismo a la acción. A ello hay que sumarle un montaje llevadero, aunque no totalmente certero. Por lo cual, hay algunos momentos en los que se ralentiza la acción y no termina de fluir. Asimismo, la sinergia que se crea en ciertos parámetros de una forma excelente, en otros se rompe y da esa cierta imagen de irregularidad.

*Conclusión

La tienda de los horrores es un clásico de la ciencia ficción de los años 80. Mientras que tiene momentos hilarantes, luego hay otros que caen en un excentrismo que se descontrola. Por lo cual, ofrece un guion que peca de mantenerse en un plano muy luminosa, se hubiera podido explotar más esa fábula estrambótica. Después, a nivel interpretativo, Rick Moranis brilla con esa personalidad única y ese manejo expresivo artístico, que permite levantar la película en varios momentos. Luego, técnicamente, es un goce la composición musical, dejando varios momentos icónicos, junto con una artesanía de los efectos visuales y especiales exquisitos. Únicamente el montaje se maneja en una energía y movimiento algo irregulares. Una fábula estrafalaria que fluctúa entre el histrionismo perfecto y la socarronería excesiva.

Escrito por Diego Da Costa
Cinemagavia
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow