*Qué lugar ocupa Los exiliados románticos en la carrera de Jonás Trueba

Los exiliados románticos, es una película rodada sin guion previo, está hecha sobre la marcha por un grupo de amigos que se lanzaron a la aventura en una caravana. Podría decirse que esta obra de Trueba es una roadmovie en el más puro de sus significados. Según la define el propio director es “un homenaje a la juventud”, en el que convergen la alegría y la melancolía del romanticismo.

Con este film, el director ha dado un salto hacia el cine del detalle, un cine realista y que inspira sentimientos palpables. Las anteriores películas —de firma propia— de Jonás, entre las que se encuentran: Todas las canciones hablan de mi (2010) o Los Ilusos (2013), se correlacionan por el tono amateur, común a todos sus fotogramas. Sin embargo, es en este viaje por carretera con el que el director ha dado un salto en su carrera filmográfica. Es cierto que Los exiliados románticos ha sido comparada por otros críticos con las dirigidas por Eric Rohmer ambientadas en verano, especialmente con Conte d’été (1996) o Pauline en la playa (1983); si bien, nada tienen que ver en cuanto a sus argumentos y desarrollos.

Esta película tan bucólica y jovial carece de personaje principal, o de una trama sobre romanticismos convencionales. Es una “Oda a la amistad”, como también se titula la canción principal de su banda sonora.

*Banda sonora de la película

Compuesta por Tulsa expresamente para el film, la banda sonora ha sido recopilada bajo un álbum único de la artista con el cartel del film como portada. En él se recogen múltiples fragmentos del largometraje, y no únicamente las canciones, pues es posible encontrar algunos fragmentos de diversos diálogos pertenecientes a escenas clave de la obra. No obstante, las canciones en esta película juegan un papel esencial y no pueden ser pasadas por alto, ya que aportan una atmósfera de calidez y romanticismo, unívoca de la nostalgia que produce el recuerdo de las aventuras entre amigos, propias de la época estival.

*La escena más remarcable con Vito Sanz y Adèle Haenel

Cuando se estrenó Los exiliados románticos, se comentó e idolatró la escena en la que el personaje que interpreta Vito Sanz lee una carta de amor —en un francés malamente chapurreado— a Vahina, la chica de origen francés que le gusta, bajo el rostro de Adèle Haenel. En esta carta, nuestro protagonista, Vito, confiesa su amor como quien se despide de un muerto al que ha querido, como el enamorado que asume la unidireccionalidad de su sentir. Al final, él mismo sabe que mientras lea esa carta, ella estará esperando a formular la negativa reciprocidad que siente. En definitiva, este pequeño fragmento encarna lo ilusorio del amor, y la valentía común a todos los ilusos.

Esta secuencia fue muy aplaudida por el público —aplauso que yo comparto— por representar en el cine la fortaleza que inspira el amor y la pureza del propio sentimiento, independientemente de las circunstancias que lo castiguen, cuando su portador asume que ya nada depende de él, sino que solo le queda sentir y compartir eso que siente a pesar de sus consecuencias.

*Conclusión

Los exiliados románticos es una película que reúne ese espíritu veraniego que tanto ansiamos sentir durante el resto del año. Y esta es una historia sobre la desconexión de la rutina, a través de la cual las interpretaciones de los integrantes de su reparto nos hacen sentir parte del grupo de amigos, entorno a los que se desarrolla la trama.

El espectador acaba Los exiliados románticos con los pies mojados en el lago junto a Francesco y Vito, mientras piensa en los candidatos, de su grupo de amigos, para un viaje como ese. En definitiva, es una película que encarna la amistad de la juventud, la más pura y sincera que existe, como origen de la melancolía que nos embriaga cada final de veranos, como a quien dobla la última página de su novela preferida.

Escrito por Paula Villagra Domínguez