Historia previsible (¡sobre todo el final!), pero que refleja casos de viudas negras que se han dado en la vida real.

Theresa Russell interpreta a una guapa (y muy bien vestida) "viuda negra", que con su cara de mala leche da la imagen perfecta de lo que asociamos con una viuda negra (a ratos me recordó a Rebecca de Mornay en "La mano que mece la cuna"). Paul (el último marido), en cambio, no da la imagen del millonario playboy guaperas, no podía ser más feo.

Mientras veía esta película, que es de 1987, no pude evitar pensar que alguna de las escenas hoy representaría un gran riesgo para un hombre, como cuando el jefe de Alexandra, con su permiso, le da un masaje en el cuello en la oficina. Con todo el histerismo actual y la caza de brujas que inauguró el "Me too", Dios le libre a un jefe hoy en día de darle un masaje en el cuello a una subordinada aunque ella lo pidiera, como mínimo lo encierran por agresión sexual.

Película pasable por no decir floja; un 5 porque me tuvo un rato entretenido.