Ahora con Rob Tarpert a cargo de la producción, esta secuela de Boogeyman deriva de su predecesora, siendo un slasher donde un asesino usa la imagen del Boogeyman y la fobia de sus víctimas como armas asesinas. Como en la película anterior, aquí también se utiliza el miedo al Boogeyman y el trauma de la infancia. Eso se ve muy reflejado en la protagonista, Laura. La película también mantiene una de las características del Boogeyman que es usar los más profundos miedos de sus víctimas para atormentarlas. Además, aquí juega un poco con que el Boogeyman es solo un producto psicológico del miedo que el ser humano tiene, pero cuando llega la revelación de quien es el asesino, eso parece dejar abierta la posibilidad de que el miedo que el Boogeyman genera en sus víctimas puede también provocar locura. Eso hace que el Boogeyman sea una figura que puede trascender en distintas formar y no solo como un ente sobrenatural, sino también como alguien de carne y hueso que puede cometer atrocidades con tal de infundir terror en las personas. Esta secuela acaba presentando un concepto más filosófico y psicológico del Boogeyman dando a entender que es más que un ente mítico. Puede ser una persona que comete atrocidades inspirando terror en los demás y en ese aspecto, el Boogeyman si es real. Como secuela, puede ser una película poco convincente por desligarse de su predecesora, pero es una película que igual logra expandir más el concepto del Boogeyman mostrando que es mucho más que un cuento para asustar a los niños. Mi calificación para esta película es un 9/10.