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España España · Barcelona
Voto de Ulher:
8
Comedia. Drama. Romance Durante la final del mundial de fútbol de Sudáfrica se celebra una boda. Ese día, mientras España entera se paraliza, una familia con cinco hijos de nombres bíblicos (Adán, Benjamín, Caleb, Daniel y Efraín) se enfrenta también al partido más importante de su vida. (FILMAFFINITY)
12 de septiembre de 2013
33 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
En plena desmotivación social, cuando el arraigo familiar, cada día más desvirtuado, se hace necesario, regresa un Sánchez Arévalo dispuesto a insuflar una dosis de positivismo. El prozac, en esta ocasión, carece de efectos adversos. Porque ya iba siendo necesaria una película como La Gran Familia Española para los tiempos que corren.

El cuarto trabajo del director de Primos rezuma cercanía por los cuatro costados. Una baza imprescindible para un público sediento de diversión. Parte de esa empatía la encontramos en el costumbrismo tan descarado y a la par tan efectista que deambula entre los pasillos de esta comedia. Sin embargo, lejos de resultar extravagante, como su antecesora, LGFE presume de una composición más equilibrada. Los personajes no sólo están interpretados con soberana naturalidad sino que la escritura de los mismos confiere a la cinta la mayor de sus virtudes. Sánchez Arévalo no deja ningún hilo sin tejer, dotando a sus protagonistas de ternura pero aún así hemos de perdonarle algún que otro pasaje en el que se le va la mano dando una puntada de más. Tal vez pueda echarse en falta cierta acidez pero ni era el lugar ni el momento. La cinta fusiona el drama con la comedia siendo plenamente condescendiente con una sociedad dispuesta a reconocerse pero ante todo al servicio de la diversión. Y eso es precisamente lo que ofrece.

El director construye un vodevil con sabor a pata negra. Apariciones de escasos minutos que hacen rendir a una platea y un número musical que, aún metido con calzador y hortera a más no poder, brinda un simpático arranque. A partir de ahí, la película entrelaza de forma más que solvente las distintas contradicciones del ser humano a través de las vivencias de cinco hermanos el día de la boda del benjamín de la familia. Miserias, mentiras, confesiones, miedos, van haciendo su aparición en el camino al altar. Sin embargo, la batuta con la que Sánchez Arévalo orquesta esta sinfonía dramática, que haría las delicias de Coixet, no siempre lleva la misma dirección. Señala a la comedia independiente americana. Precisamente éste es el talón de Aquiles de la cinta. La frescura de las interpretaciones, el refinamiento del argumento y la solidez del guión no se complementan con cierta impostación formal donde resuenan ecos del indie americano. Efectistas, sí y mucho (sublime el montaje charla chicos y chicas) pero artificiales. De pase pero por toda la escuadra, LGFE marca un tanto importante en un año donde el cine español hace aguas.

Después de tres trabajos, nadie puede negar que Sánchez Arévalo se ha convertido en un excelente descubridor y director de actores. Aquí no es menos. Los veteranos Antonio de la Torre, en un papel poco agradecido, y Quim Gutiérrez, más moderado y no por ello menos lucido, dan paso a jóvenes intérpretes (magistrales Patrick Criado, Arantxa Martí y Sandra Martín) que se meten al público en el bolsillo con una naturalidad desbordante. Verónica Echegui, siempre deslumbrante, Roberto Álamo, arriesgando y saliendo triunfante, y Miquel Fernández, para seguirle la pista, completan un reparto de lujo.

Para aquellos que esperaban la reconciliación con Sánchez Arévalo.

Lo mejor. El sólido retrato de personajes.
Lo peor. Su poco riesgo.
Ulher
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