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España España · Barcelona
Voto de Ulher:
10
Drama. Romance Una historia de pasiones, sexo, amor y abandono que involucra a dos parejas, con una situación que se complica cuando el hombre de la primera pareja conoce a la mujer de la segunda. (FILMAFFINITY)
3 de septiembre de 2020
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Deseo y amor, un binomio tan atractivo, tan caprichoso como efímero. ¿Qué sería el uno sin el otro? Ambos sobrevivirían o acabarían sepultados. Al primero le basta con ser conseguido para fulminarse por completo. Una autodestrucción. Un kamikaze imposible de frenar. El amor, sin embargo, es más dependiente, más exigente, y hasta más poderoso. ¿Qué sería de ambos mimetizados en uno?

Mike Nichols, elegante cineasta dónde los hubo y al que ambos le persiguieron en una trayectoria cinematográfica repleta de conflictos morales y éticos, optó en Closer por conducirlos a un cuadrilátero. Deseo y amor a derechazos con el objetivo de estudiar su compatibilidad pero en un campo de minas. Así era Nichols, ante todo complejo y tremendamente irónico.

Tal vez sea ésta su obra más extrema. Colmada de diálogos afilados que ya se aplaudieron en la intensa Quién teme a Virginia Woolf? pero que aquí lleva al borde de la impostura y unos planos cerrados casi asfixiantes en los que los cuatro contendientes apenas tienen escapatoria. El cineasta abusa de las elipsis apoyándose en la supuesta inteligencia emocional de un espectador que no deja de ver espejos en cada secuencia. Extrema y muy perspicaz, la cinta aboga por la evidente entidad de los dos sujetos a estudio para que el espectador no pueda huir de su reconocimiento, de increpar sus actitudes, de identificar sus defectos, de mirarse el ombligo. Cada uno de los personajes oscila en la curva del deseo y el amor y así lo muestra un texto que no reniega de su origen teatral y unas interpretaciones dónde el talento de sus actores no queda en entredicho. Muecas seductoras, miradas de arrepentimiento, bocas cerradas que sellan la culpa con lacre. Un festival interpretativo para cada uno de ellos. La sonrisa de Julia Roberts en una contención inusual conforma la insatisfacción de lo conseguido. También en la misma línea del deseo encontramos al personaje de un Jude Law irresistible, al que a medida que reconocemos pierde todo interés. En el lado opuesto del ring se sitúa un Clive Owen desprendiendo carisma y testosterona en cada plano. Representación del amor mal entendido, de un amor lunático. Alejado del que proyecta el personaje arrebatador de Natalie Portman. El puro amor, si existe ese adjetivo para un sustantivo tan amplio en significados. Ese que perdona, que se convierte en prisionero de sí mismo y que finalmente se dirige a un auto descubrimiento.

La cinta no sólo se apoya en sus actuaciones para lucir un retrato del egoísmo en su vertiente más cruda. El texto del dramaturgo Patrick Marber no escatima en frases lapidarias y diálogos colmados de cinismo. Un guión en forma de bala que atraviesa la conciencia de cada uno. A ratos se antoja impostado, otros sobrado de verdad pero nunca deja de arder. Y es que Nichols acierta en el tono. Nunca abandonando las tablas originarias a pesar de, como citaba, el abuso de elipsis. Un recurso sobre el que podría haber prescindido en ciertos pasajes. Sin embargo, un disparo de cámara, una cortina o el descenso por una escalera, convierten lo fácil en elegante. Y de repente, sin apenas darnos cuenta, Nichols nos ha mostrado que un corazón es como un puño lleno de sangre, hermoso y peligroso. Capaz de matar o de matarnos pero rabiosamente bello.

En cada extremo del ring se situaban cuatro animales heridos dispuestos a amar y ser amados. Pero con lo que no contaban era con la variable deseo y la confusión o ayuda que les aportaría. Y es que de lograr unirlos, alimentarlos y cuidarlos depende de los valientes, de esos locos mecidos por fuerzas inclasificables.
Ulher
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