La cartelera de los cines NIESSEN era desalentadora, no me veía entre el Bebé jefazo, los Guardianes de la galaxia 2 o Bella y Bestia, así que se imponía algo de cine de autor en Donosti, entre La alta Sociedad del TRUEBA o Lady Macbeth en el PRÍNCIPE y a ésta segunda opción que nos dirigimos.

Últimamente me ocurre con las películas, casi la mayoría de las que he visto, que no me causan ninguna emoción, ni para bien ni para mal. La historia transcurre ante nuestros ojos pero no nos llega a hacer partícipes de ella y mira que la historia tiene tela eh? Bueno más bien tiene poca tela, porque hasta en eso recorta su director WILLIAM OLDROYD en su clarísima puesta en escena minimalista de menos por menos es más. Intuimos que el esposo de KATHERINE es un noble acaudalado de alguna zona rural inglesa, porque ni se nos muestra en ningún momento la mansión y lo que podemos de ver de ella, nos da un reflejo espartano y austero de una forma de vida casi monacal.

Esta total ausencia de adornos, como la música, los interiores clásicos victorianos o las recargadas formas de vida que siempre ha mostrado el cine inglés, desaparecen por completo en LADY MACBETH, pero de la misma forma que su retrato procura momentos estéticos logradísimos, una tremenda tragedia ocurre y la verdad es que tampoco nos importa mucho si matan al niño, a la criada o se suicidan cogidos de la mano tirándose por algún formidable acantilado que parece, rodean la finca, todo está desprovisto de sentimientos, desnudo de emociones y toda la vileza que rodea a KATHERINE, acaba por dejarla impasible en el mismo sofá donde comenzó todo, como el ritual de la Mantis religiosa, esperando sola a su siguiente víctima, en medio del inmenso páramo.