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España España · Castellvell del Camp
Voto de Jordirozsa:
7
Terror. Thriller Un guardia de seguridad (Kiefer Sutherland) de un centro comercial se ve envuelto en un misterio alrededor de unos escaparates con espejos en el departamento de ropa que aparentemente hacen que saque lo peor de las personas que se reflejan en ellos... Remake de la película surcoreana "Geoul sokeuro" (El otro lado del espejo), dirigida por Kim Seong-ho en 2003. (FILMAFFINITY)
3 de febrero de 2022
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Mirrors” (2008) es un producto que no se podría catalogar estrictamente como cine de terror. Alexandre Aja mezcla varios tópicos genéricos, y el resultado es más cercano al cine fantástico y de aventuras, que no propiamente al que coloquialmente conocemos como “de miedo”. Si le quitamos los aspectos más siniestros como los malvados reflejos especulares, así como los más asquerosillos, de charcutería homologada, éstos no muy abundantes la verdad sea dicha, entramos en una historia pareja a otras que son más o menos de la época como “Silent Hill” (2006), “White Noise” (2005), o “Dr.Sleep” (2019), esta última más reciente, y secuela fallida de “El Resplandor”. Las dos primeras, igual que la que nos ocupa, tienen en común con ésta que cuentan con una secuela que se desvía de la trama de la original, y en ella ponen en escena a actores (Sean Bean, Michael Keaton; en Doctor Sleep Ewan Mc.Gregor… ) que ya cuentan con algún año, y representan ya a personajes que hace un rato que pasaron la crisis de los 40. Estos rasgos, así como el tono aventuresco, se puede ver como denominador común bastante claro entre estas cintas, y evidentemente podríamos encontrar otras muchas del estilo, y quizá mejores ejemplos.

A Alexandre Aja le ha costado la factura de unos cuantos varapalos provenientes de sus fans y adoradores incondicionales, que le achacan el apuntarse al carro de la “gran industria” hollywoodiense, después de realizar varias producciones más personales, y parir así una cinta que, desengañémonos, poco valor contiene en cuanto a eso que llaman originalidad, creatividad, y otras tantas pseudovirtudes, ahora de moda, con las que definir lo que simple y llanamente se puede etiquetar de “naïf” o moderniquismo egoico, como lo llamaría yo.

Como ya el director galo debió de tener bien asumido en su momento, de que no tenía que darle cuentas a nadie de lo que hacia, pues si el chaval (por aquél entonces con 31 añejos) se quería tomar un respiro de exprimirse los sesos en devaneos surrealistas, darse un baño de masas con los espejitos, y hacer algo que resultase simplemente entretenido (seguramente directriz de los productores) pues le aplaudo. Uno no tiene porque siempre dedicarse a hacer experimentos en la cocina.

Está claro, pues, que estamos ante una obra para un público diana que abarcase el máximo rango posible de edades, preferencias y gustos, y del que se sacó un nada menospreciable beneficio equivalente a la inversión hecha inicialmente.

La peli no busca nada memorable ni exquisito. Se limita a juntar una serie de tópicos del terror, cada uno de los cuales por si mismo ya daría miga para una trama bien elaborada (monjas poseídas, espejos con toda su simbología, niños con comportamientos raretes, algo de casquería…), mezclado con pesquisas detectivescas llevadas a cabo por un personaje principal con pintas de decadente (granadito, separado/divorciado, dependiente del alcohol y alguna pastillita y dispuesto a hacer todo lo posible para redimirse de ese penoso estado).

Para colmo del “rincón del vago”, cogen de plantilla, como si de un recortable de esos de muñecas con vestiditos de diferentes tipos se tratara, una película de terror oriental (que ya a principios de siglo XXI asomaban la coleta en el ámbito del mass media), llamada “El otro lado del espejo” (2003), de Kim Seong-hun. Para variar, y para que aquí se abonen los criticones/as que tienen siempre a punto el discurso argumental de que en USA no tienen ya ideas (pues claro que las tienen, lo que pasa que cuando conviene no les da la gana gastarlas, y prefieren echar mano de clichés ya usados, igual que hacen con su petróleo). De hecho, hace poco vi un reportaje en el que se contaba que los surcoreanos son los ciudadanos del mundo más endeudados. Debe ser por eso que les interesa vender ideas a los yanquis como churros. Para nada sorprendente en un mundo globalizado en donde las pelis son un producto comercial más.

Y así, como todo alumno que elabora un trabajo con retazos “corta-pega” de wikipeda y adláteres, sin molestarse demasiado en pulir formato para que el profe no lo note, “Mirrors” (2008) se nos muestra en pantalla como un puchero de varietés de género que consigue cumplir su cometido básico (por lo menos para palomiteros y sorbecolas), en lo que a entretenimiento, por lo menos, se refiere.

El apartado técnico es soberbio en cuanto a calidad, y no repara en gastos en ninguno de sus aspectos. Sólo los efectos especiales ya brillan por su derroche, tanto en presupuesto como en una abundancia que, sobretodo a medida que avanza la película y nos acercamos al final, sumándose al crescendo del ritmo narrativo, va en agumento. Tanto, que si lo comparamos con una paella de marisco hay tanto caldo que los bichos y los granos de arroz nadan literalmente en él; de igual modo, tanta condensación progresiva de trucaje visual y sonoro, hace que la cosa se pase un poco de caldosa.

La banda sonora del turolense Javier Navarrete, de quién conocía ya sus piezas para “El Mar”(2000), de Agustí Vilallonga, y “El Laberinto del Fauno” (2006), de Guillermo del Toro, es de lo mejorcito que he podido disfrutar últimamente (pocas partituras sinfónicas para cine últimamente están a la altura, ya sea porque cuesta una pasta contar con una formación de entre medio y centenar de músicos, más su compositor y/o director, o por la poca cultura musical ya consabida de muchos directores actuales).

Me sumo a los que alaban el trabajo del músico, que usa como base de la clásica “Asturias” de Isaac Albéniz. Hay quien pueda pensar que esta sería otra muestra sumada a la desídia general del film de usar tópicos, clichés hasta el punto de que el compositor, en vez de partir de un tema original, echa mano de la obra… bién, pues lo mismo que Berlioz y otra innumerable cantidad de artistas hicieron lo propio con el “Dies Irae” de la misa de requiem gregoriana, por cierto también base de inspiración.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jordirozsa
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