Seis alto.
Pensaba, motivado por la gran campaña publicitaria de la película, en busca de uno de los hits del año, que me encontraría con una película increíble en el que la narración de un acontecimiento real sería retratado como una de las fantasías épicas que se acostumbran a explicar últimamente en el cine comercial americano. Nada más lejos de la realidad. La película está narrada con pulso firme en busca de un veraz realismo.
Técnicamente impecable. Convierte el derroche de efectos especiales en algo completamente invisible que dota al film de una aspecto sorprendentemente auténtico.
Su tramo final es emocionante. Tanto los personajes que viven el drama en la lejanía, Keira Knighley y Robin Wright llenan la pantalla de emoción.
No por buena tiene un problema grave. Este radica en que por momentos te pierdes con los personajes. Todos están tan abrigados, con tantos bultos, tan llenos de nieve, que no tienes muy claro de quién se trata en cada momento y en qué tramo están de la ascensión o bajada. Me imagino que es un problema que sus creadores tenían en cuenta, de ahí el aluvión de información de la primera mitad de la película para situarnos en los distintos tramos y campamentos base de toda la montaña.
Muy aceptable.