Película que no envejece muy bien, pero que tiene a su favor el inmarchitable carisma de su protagonista y unas excelentes interpretaciones de Edward G. Robinson, Karl Malden y Joan Blondell.
La primera parte es previsible: sucesión de escena para presentar a los personajes y crear algunas expectativas y conflictos que se hagan valer en la segunda parte; el desarrollo de una gran partida de póker. Lo mismo sucede con las tramas secundarias, el trío amoroso al que se enfrenta su protagonista. Sin embargo, la ambientación de New Orleans, por la que muchos descubrimos esta región de los Estados Unidos, su música, su ambiente y el sobretodo el espíritu de derrota en el que la película está impregnado es algo que luce a pesar de los años.
La partida, sin ser la de billar de "El buscavidas" está a un nivel altísimo, tanto en tensión como en emoción y logra elevar el producto a un nivel notable. Lo mismo sucede con su epílogo. Planos inborrables, tanto la cara del muchacho como la del rey McQueen.