Obra maestra del cine español. Más cercana de lo que parece de la última en entrar a la lista de piezas magistrales de nuestra filmografía que ha sido "La isla mínima". Es igual de siniestra y trata con increíble veracidad la oscura condición humana, tanto de los villanos como de los supuestos héroes.
La grandeza de esta pieza estriba en que se mueve por terrenos pantanosos del pensamiento humano. ¿Se siente el trampero un asesino? ¿Hasta que punto el policía se siente culpable de la muerte de un inocente? o ¿El cebo es necesario para redimirse o para evitar más muertes de niñas?
La situación geográfica en dónde se desarrolla la acción es un personaje más. Es un paisaje que resulta próximo y extraño al mismo tiempo. Los personajes igual, podrían ser nuestros vecinos o nuestros familiares. El trampero, el policía, el maestro de escuela, la mujer separada, los niños. Pero a la vez son ajenos a lo que consideramos nuestra manera lógica (ética) de actuar. No me refiero al villano de la función, que es un perturbado mental, me refiero a ese comisario de policía que es capaz de utilizar una niña inocente de cebo.
Como tal, el cebo, funciona a la perfección en aquello mismo que narra con sutil sencillez. Es entretenida, diáfana, y a la vez más perversa que su villano.
Michel Simon domina con su grandeza el primer tercio de película, y Gert Fröbe hace lo propio con el último, dejando en tablas su duelo con Peter Lorre de "M" como el mejor psicópata del cine, con permiso de John Doe (Kevin Spacey).
Puro entretenimiento, revisable y de múltiples lecturas.