Cuenta con un magnífico (como casi siempre) Russell Crowe como protagonista acompañado por Renée Zellweger como su mujer y, el que más me ha gustado de la película, Paul Giamatti como su entrenador.

Ron Howard dirige hábilmente la película, aunque dejándose llevar un poco a veces por el sentimentalismo y cometiendo el error de hacer la película un poco más larga de la cuenta. Con 15 o 20 minutos menos hubiera sido extraordinaria. Y eso que sus dos horas y cuarto no se hacen largas.