Nadie me devolverá ya el tiempo que invertí en ver esta película. Esas 2 horas y media que podría haber pasado mejor haciendo y deshaciendo mi cama mil veces o repasando las juntas del alicatado del baño, porque es difícil hacerse a la idea de lo soberanamente aburrida que puede resultar. Si pasar de la primera media hora ya me pareció un camino tortuoso, qué decir de 144 minutos para una pelicula que apenas dice nada. Una película para ver con un reloj al lado para comprobar que no, no llevas 2 semanas viéndola y faltando al trabajo, y que sólo han pasado tres cuartos de hora. Un film que pasará directamente a las primeras posiciones de mi ranking de "películas-que-no-volveré-a-ver-jamás-y-que-deberían-ser-enterradas-en-un-bunker".

Quizás me falte sensibilidad o quizás no esté lo suficientemente versado en este tipo de cine de autor, pero donde otros escucharon una sobrecogedora banda sonora yo sólo pude captar unas cuerdas que debieron llorar al ser maltratadas de ese modo para generar un ambiente aun más tedioso del que la propia fotografía y argumentos ya tenían por sí solos. Donde otros vieron una excelente dirección yo sólo vi una ingente cantidad de escenas que no dicen absolutamente nada, que no logran generar ninguna expectación alrededor de la trama y que parecen una mera excusa para llevarnos a unas escenas finales que sólo compensarán a personas con unos niveles de mundo interior muy superiores a los recomendados por la Comunidad Europea.

Sin duda, admito la capacidad del señor Wenders para conseguir rellenar el largo metraje de la cinta sin contar absolutamente nada, pero lo dicho, si carecen de una sensibilidad que les permita llegar a llorar mirando una bolsa de patatas fritas, huyan lo más lejos que puedan de ella.