Quien piense que esto se parece por lo más remoto a lo que sucede en la Casa Blanca es que aún piensa que el concurso de Miss España lo gana la chica más guapa y más lista y no la más puta y la que más pasta pone su diputación.

Me sorprende que Pablo Kurt diga que le interesa la política norteamericana y que aquí encuentre lo que busca.
En la política norteamericana hay tres tipos de corrientes: los idealistas, los realistas y los unipolaristas, y sinceramente no veo reflejado ninguna de estas tres escuelas en la serie en sus capítulos.

La política de una superpotencia como Estados Unidos no es esto.

Hacer política desde allí no es soltar frases ingeniosas mientras pongo cara seria porque han cometido un atentado en una capital africana. Hacer política es permanecer en la “pole position” del gran tablero mundial el mayor tiempo posible, utilizando para ello todas las herramientas disponibles para ello, apoyando gobiernos afines que no tengan que ser demócratas, porque lo importante no es que lo sea sino que sea nuestro aliado –o vasallo-.

La ingenuidad del planteamiento de la serie es tan grande que si tuvieran que preguntarme a que género pertenece esta serie diría al infantil.

Pablo deja el país de Nunca Jamás de Aaron Sorkin y Martin Sheen y lee algo por ejemplo como “Empires” de Michael Doyle o “The Rise and Fall of the Great Powers” de Paul Kennedy para acercarte al menos a la epidermis de cómo funciona este mundo y cómo actúan los que nos mandan.