Un compatriota del director, austríaco pero también judío, llamado Viktor Frankl, uno de los psiquiatras más afamados del siglo XX tuvo la desgracia de pasar unos años de su vida en un campo de concentración de los nazis. Sus desdichadas experiencias las relata en ese estremecedor libro que lleva por título “El hombre en busca de sentido”.

En esas páginas el prestigioso neurólogo ya fallecido, nos recuerda en varias ocasiones lo esencial que debe hacer un prisionero en tales circunstancias: Mantenerse con vida, a toda costa añado yo.

Eso es lo que tan magníficamente nos cuenta Stefan Ruzowitzky en su aclamada y premiada película “Los falsificadores”, unos hombres que independientemente de sus convicciones y de la ética de su desempeño en prisión, no dudaron de salvar sus vidas como fueran, aunque eso pudiera perjudicar la vida de otros judíos y el devenir de la guerra.

Además tiene también su trasfondo histórico de calado, ya que la intrahistoria, estupenda, forma parte de una mayor que fue la Operación Berhard –aunque yo siempre en España la he conocido como Krüger, el nombre del Coronel alemán que la encabezaba-. Con los billetes que salieron de aquel campo de exterminio pagaron entre otros al famoso Cicerón en Estambul.

La lucha por la supervivencia es un arte al que no estamos del todo acostumbrados, demasiadas comodidades en nuestras casas, pero que llegado el caso, y que nadie descarte que pueda llegar, podría ponerle a prueba a usted y a muchos idealistas.

“Los falsificadores” es una de las grandes películas europeas del 2007, merecida ganadora en los Oscar -mucho mejor que “Mongol” desde luego-, y que además demuestra que siempre hay oportunidad para la redención, ya que después de ver las películas de “Anatomía” de Stefan Ruzowitzky, no me esperaba gran cosa ya de este director. Esperemos que no se vaya a Estados Unidos y nos ofrezca otro regalo como este pero en casa.

Nota: 7,4.