El cine de Gillo Pontecorvo siempre es diferente, sus películas podrán gustar más o menos, pero tiene esa virtud y ese defecto al mismo tiempo que reparte golpes para todos. En “Operación Ogro” el gobierno franquista se lleva los suyos, pero no pasa menos con E.T.A. Pontecorvo como hicieron muchos intelectuales de la época, justifica en parte la violencia durante la dictadura –no totalmente como demuestra el discurso del albañil sindicalista- pero desde luego condena plenamente cualquier tipo de acción violenta una vez ha llegado la democracia y se ha votado una Constitución. La película recoge extraordinariamente bien ese proceso de descomposición de la banda, entre los idealistas que buscan el asesinato como acción política, o aquellos más pragmáticos que entienden que hay que seguir una vía democrática y legal para conseguir sus objetivos.

Como thriller, “Operación Ogro” resulta una experiencia inigualable, que tiene poco que envidiar a las típicas películas americanas, su tensión es máxima y su realismo está totalmente conseguido. Otra cosa es como alegato ideológico, evidentemente esto es mucho más complicado, y merecería no una simple crítica sino un ensayo. Algunas cosas son muy opinables, pero en líneas generales no cae en maniqueísmos excesivos.

Pontecorvo introduce temas muy complejos, desde la posible permisibilidad de algunos servicios de información como la C.I.A. y otros, que conocían el inminente magnicidio y miraron para otro lado, o el tema social de cómo ven los terroristas a los ciudadanos de Madrid, que es muy interesante.

Por cierto, el organizador del atentado contra Carrero, el etarra “Argala” fue ejecutado en 1978 por miembros de la Armada pertenecientes al Batallón Vasco Español. Aquí nadie se va de rositas.

Nota: 7,2