Empiezo a pensar que el presupuesto es más importante de lo que parece en el cine. Sí señores. Sobre todo en una época donde la inteligencia narrativa hace aguas, quizás con algo más de dinero algunos dejarían de contarnos la historia de la vecina del tercero.

Lo digo muy en serio, sinceramente me rindo ante la gratuidad y simpleza de un tipo de cine independiente que no tiene nada que contar, más que la típica aventurilla Tampax para chicas feministas.

Entiendo que la mayor parte de la gente quiera verse reflejados a ellos mismos en la pantalla, yo no. Yo prefiero los grandes novelistas y directores que tienen cultura y saben construir un argumento complejo más allá de las dichosas emociones. Que a usted le interesa ver como se lavan los dientes y sus estúpidas conversaciones sobre a quien se han tirado las protagonistas es su problema, pero no cuente conmigo para ese viaje.

El cine francés está y estará de capa caída un tiempo. Ha tomado lo más perverso de la modernidad: La mediocridad, y lo ha metido en museos, libros y películas. No saben distinguir naturalismo –si Emile Zola viera esto- con cotidianidad.

No la puedo recomendar más que a esas oleadas de personas (chicas en general) que creen en el cine onanista y que buscan en las nubes formas simples. Yo no, yo veo cumulonimbos y cirroestratos.

Si hay un solo capítulo por el que hubiera deseado que los nazis ganaran la guerra es porque hoy tendríamos más Botticceli y menos Andy Warhol.