Por mucho que nos duela a todos los que nos encanta Peckinpah, ”La huida”, es una de sus películas menos buena.

Se nota en conjunto que es una obra de encargo, con excesivo metraje –algo más de dos horas para esta historia es demasiado-, que carece de cierta profundidad en el entorno social e histórico de donde se mueven los personajes, por cierto, estos últimos mucho mejor tratados psicológicamente que como lo hace Jim Thompson, autor de la novela en la que se basa la película. Al fin y al cabo fue una novelita de lo más flojo que escribió el gran escritor, a años luz de por ejemplo obras maestras como “1.280 almas”.

La historia bebe de películas anteriores como “Bonnie and Clyde”, de la que toma demasiados aspectos, pero también de otras protagonizadas por el propio Steve McQueen como “Bullit” o “El secreto de Thomas Crown”.

Precisamente McQueen es de lo mejor de toda la película, si el personaje de la novela era plano, el de Indiana consigue aportarle suficientes matices para conseguir una destacada actuación, de las más sugerentes de su corta pero enorme filmografía.

No ocurre lo mismo con Ali MacGraw, que siendo una actriz bastante limitada, no ofrece muchas sorpresas. Su mayor mérito como buena lagarta, es que consiguió romper el matrimonio –y dos niños- de McQueen y se casó con él. Cinco años después ya estaban divorciados, eso sí, después de muchos litros de alcohol de por medio.

Pero dejando a un lado las historias del “Tomate”, “la huida” es una correcta película de entretenimiento –buen guión de Walter Hill- pero de consumo claramente superficial. Es complicado encontrar en las películas de Peckinpah un ejemplo tan claro de que la violencia sea más que nada un puro artificio que busque el impacto visual.

Y es que a todos los que en cierta forma critican la violencia, mostrándola para ello, acaban siendo víctimas de ella y la delgada línea que separa lo que se critica y lo que se ensalza se termina por confundir. Eso le pasó a Peckinpah más de una vez.