A todos nos marcan algunas películas cuando eres niño, y a veces más que la película es el personaje. Probablemente uno de los diez hechos cinematográficos que más me impactaron de muy pequeño fue “El gran Houdini” con Tony Curtis. Recuerdo que durante meses estuve intentando liberarme de todo tipo de ataduras que pedía a mi familia que me pusieran. Quería ser escapista, ilusionista o mago. Imagino que no era el único, recuerdo como juegos como el de Magia Borras se vendieron a miles.

Luego todo ese boom desapareció, normal, llegaron las maquinitas y los niños preferían matar marcianos. Y así hasta que de pronto en el séptimo arte aparecen una serie de películas que tratan sobre la magia y los magos. Algunas son ingeniosas, otras tramposas, pero todas en el fondo tienen el encanto de la Ilusión.

“El último gran mago” no es ninguna maravilla, pero el hecho de que verse sobre uno de mis personajes favoritos como es Houdini hace que sea casi imposible que la suspenda. Además aquella de Tony Curtis aunque era bastante mejor que esta, estaba bastante más alejada de los hechos históricos que esta.

Lo mejor de este tipo de películas no es otra cosa que la motivación o el interés que puede despertar en el espectador para proseguir leyendo cosas de Houdini, con eso creo que es suficiente, y la película lo logra. Es verdad que el resto es un tremendo pastel, con recursos muy usados y consecuentemente desgastados, pero es que todo el cine de hoy ya está visto.

Por cierto y como siempre, cada 31 de octubre –la fecha de su fallecimiento- los espiritistas de todo el mundo intentarán ponerse en contacto con Houdini. ¿Lo conseguirán?