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Voto de irian hallstatt:
7
Drama. Documental Nansal, la hija mayor de una familia de nómadas mongoles, encuentra un cachorro mientras recoge leña para su madre en un campo cercano a la casa familiar. Desde el primer momento se encapricha del perrito, pero su padre tiene miedo de que les traiga mala suerte, ya que cree que puede haber convivido con lobos, y le pide que se deshaga de él. (FILMAFFINITY)
1 de diciembre de 2006
15 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Solo por el festín visual que el espectador puede darse con esta película ya merece la pena ir a verla. Entre la sobrecogedora belleza paisajística del país, con espléndidos decorados naturales, y la cuidada belleza plástica de la que se han esmerado en dotar a la película en todos sus aspectos: vestuario, decorados, ambientación, ... les ha salido una obra preciosa como pocas desde hace tiempo. Minimalista y exuberante, toda la película se podría ver como un enorme y colorido tapiz que nos muestra una porción de la vida de Mongolia, que aúna lo bucólico del paisaje con la explosión vital y colorista de la vida de los protagonistas.
Esa mayor preocupación por el acabado artístico y ornamental, la aleja de la expresión sencilla, natural y realista, sin artificios, del cine documental en general; carácter que si tenía La Historia del Camello Que Llora. En este aspecto, El Perro Mongol es más artificiosa, sin que ello le reste valor documental, pues pese a que el anterior trabajo se presentó como documental, y este no, la verdad es que no deja de serlo. Su pretensión, aparte de la artística, es volver a mostrarnos el modo de vida de las familias nómadas de Mongolia, esta vez en otra parte del país, con una historia diferente, pero a través de la cual se articula el mismo discurso y mensaje, presentando detalles de los que no se ocuparon en el anterior trabajo. No hay narración como en La Historia... pero hay la misma intención de mostrar la vida cotidiana y las costumbres de esas gentes. Esa pretensión guía la película. Su valor documental es mayor que el de la historia que narra.
Volvemos a encontrarnos con un sensible canto a la vida natural y sin artificio de los habitantes nómadas de Mongolia; a la comunión con su entorno; a la importancia de la familia; a una humanidad y humildad que persevera aquí mientras se degrada en entornos urbanos más “civilizados”; a la sencillez de una forma de vida que no necesita del consumismo y las naderías a que nos hemos acostumbrado en las sociedades “avanzadas” para llenar ciertos vacíos emocionales, morales, etc.
irian hallstatt
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