Muy alejada de la estética que hace mágicas las entregas de obras que por su título y tema resultan semejantes, este Rey Arturo resulta más cercano a los videojuegos y, por lo mismo, mucho más rancia. Hay un inicio que puede ser cautivador, muy en la dinámica de los primeros veinte minutos de las películas de Guy Ritchie, pero luego esta reiteración de escenas y poderes se pierde y hace que el espectador se siente descorazonado de lo que pudo ser. A mi juicio, ni siquiera Charlie Hunnam se logra sentir cómodo como Rey Arturo. No es solo una cuestión argumental, la negativa del héroe, sino que el personaje no quedó bien en la personificación de un actor que ya nos ha demostrado que le va bien cuando se decide a encarar personajes. Se resaltan los dos minutos de fama de David Beckham y la aparición, muy grata, de Eric Bana, pero, de resto, no hay mucho más que interesantes efectos visuales.