Me he quedado con una sensación parecida a la que me produjo "el triunfo de la voluntad", la de maravillarme por una parte con lo que se puede hacer con una cámara, miles de actores, toneladas de maquillaje y vestuario, y prácticamente ningún guión; y al mismo tiempo transmitir un mensaje de esplendor de la patria y una justificación de cualquier exceso represivo con tal de conseguir la "unidad de la madre rusia" (o de la madre Alemania) y evitar la interferencia de las potencias exteriores.
La dirección y fotografía, quizás de las mejores de la historia del cine, no pueden esconder uno de los mayores maniqueismos argumentales del cine. Los buenos son todos tan serios como una tabla y tan sufridos como una piedra. Los malos son feos, taimados, traidores, pasionales o afeminados. Nada, a fin de cuentas que no hiciera eisenstein en el resto de sus películas.
Entonces, ¿el cine por encima de la moral? ¿podemos juzgar a una película con una intención propagandística como arte o debemos juzgarla como un anuncio? ¿Debemos considerar a eisenstein como uno de los mayores directores de la historia del cine o como un heraldo del totalitarismo ruso -o capitalismo de estado-?
En fin, dicho todo lo anterior, ver esta película fue, como el triunfo de la voluntad, una experiencia cercana al orgasmo.
oeoe