De un miedo constante, sostenido, elaborado y de un terror fundado, desconocido y angustioso que descubrimos en la primera parte de Insidious pasamos ahora a una cinta de sustos. Desde la pobre y manida argucia hollywoodiense del susto de la cara malévola que aparece de repente y que es acompañada simultáneamente con un golpe de percusión hasta las transformaciones de algunos personajes en súperguerreros de la otra dimensión, esta película se convierte en una cinta de terror autónoma y del montón. A pesar de que intenta constantemente hacer guiños a los capítulos anteriores, esta entrega carece de la originalidad y de la sorpresa de la primera parte. Aunque algún susto está bastante logrado, lo cierto es que no es un filme que mantenga en tensión al espectador como sí lo hizo la primera, menos aún cuando se permiten la licencia de introducir pseudochistes o bromitas para rebajar o suavizar los momentos más dramáticos.
No me gusta cómo se ha dirigido a los actores, el tal Whannell ha explotado hasta la exageración a Lin Shaye mientras que otros personajes quedan desdibujados y perdidos en escena. En cuanto a Stefanie Scott, he de decir que es el papel más convincente de la película y hasta podría decirse que se dirige a sí misma,
Prólogo e interludios largos, casi rozando el aburrimiento, se alternan con sorpresas y sustos que consiguen un aprobado. El juego con los espacios interiores es bueno, en mi opinión, y consigue inquietar por momentos, así como la música que acompaña a las partes rodadas en la otra dimensión, pocas a mi entender y no tan bien llevadas como lo hacía Wan.