Es justo empezar esta crítica diciendo que El origen de los guardianes es una película dinámica y entretenida. No lo es menos continuar apuntando que su trama y personajes pierden fuerza e interés a medida que transcurre la historia. Hablando en plata, el arranque me pareció deslumbrante, pero lo que en un principio sorprende por su agilidad (rápidos movimientos de cámara imposibles) termina por aburrir al convertirse en un recurso abusivo que impide empatizar con los personajes.

En cualquier caso, no quiero dar a entender que esta sea una mala película: el continuo y (a veces) bien gestionado bombardeo de información resulta cuando menos divertido, y la ágil aunque sencilla caracterización de personajes es simpática e indudablemente efectiva (especialmente la de Pitch - el coco-, tenebroso personaje que encarna a la perfección el papel de malvado). Pero aquí termina todo: una historia bien narrada aunque sin fondo.

En mí opinión, el problema principal de El origen de los guardianes se encuentra entre lo que podría haber sido y lo que en realidad es. La búsqueda de la identidad propia, el flirteo entre realidad y fantasía -asta que punto nuestra mente puede llegar a ser un espacio tan real como el mundo que nos rodea- o el poder de la imaginación como ente tangible son algunos de los aspectos a los que la película apunta al principio pero que terminan ahogados por el empache de malabarismos visuales.

En pocas palabras, da la sensación de que Peter Ramsey se deja llevar por las infinitas posibilidades de la tecnología digital y acaba por emprender el vuelo dejando atrás a sus personajes. Digamoslo todo, el resultado es sorprendente y a ratos emocionante, pero resulta cansino cuando las formas dejan de estar al servicio del fondo. Una pena, teniendo en cuenta el potencial de la propuesta y las posibilidades poco explotadas que ofrecían sus protagonistas.