Una película con alma, corazón y vida, por más que la muerte y el horror campen a sus anchas en los confines de no importa dónde. No habla de un conflicto bélico en particular, de la victoria de un bando sobre otro, trata sobre todo de la vida que hay dentro del corazón mismo de una guerra en la que sus protagonistas caminan a ciegas, con la muerte casi como su único horizonte. Rebosante de tensión más que de acción. Y de poesía al mismo tiempo, ya que cada conversación, cada historia que cuentan, cada paisaje que contemplan sus protagonistas supone un triunfo en sí mismo, un canto de la esperanza frente al terror, la vida manteniéndose a flote sobre la muerte. Ello queda subrayado por la lucha contra reloj que emprenden sus protagonistas, por el valor del tiempo en la historia y por sus antagónicas consecuencias: por un lado como enemigo, ya que nuestros héroes no pueden perder un minuto (por más que a cada minuto la muerte les aceche); pero también es un valioso aliado si se aprovecha, un potencial salvador de muchas vidas.

Además de un prodigio técnico en todos los sentidos, le otorga cierta singularidad a la mayoría de los personajes que desfilan por la pantalla, sean protagonistas o secundarios (algo parecido consiguió Sam Mendes en la también extraordinaria "Camino a la Perdición").

En definitiva, una película excelente, por más que no sea especialmente trascendente, de la que sales del cine con la sensación de llevarte algo que no tenías cuando entraste (por efímero que resulte), lo que cada vez resulta más esquivo y raro, sobre todo para los que consumimos cine con bastante frecuencia.