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España España · Barcelona
Voto de Borja C:
8
7 de noviembre de 2019
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Prantik Narayan Basu nos conduce al territorio imaginado e inexplorado de la fantasía hindú. Con imágenes de un precioso blanco y negro, y la textura de la bruma sobre el monte, el relato mítico de Sakhisona nos sitúa entre el mundo tangible y el onirismo más especular. La música hace de guía en éste viaje entre lo narrativo y lo abstracto consiguiendo que el mito se exprese mejor de manera audiovisual que leído o narrado.

Al principio del mediometraje, vemos un grupo de músicos que caminan en silencio, haciendo la cámara hincapié en sus piernas, pues, como veremos más adelante, el plano detalle de cintura para abajo será esencial en todo el film. El hecho de caminar con los pies descalzos sobre la roca, evoca la relación del hombre y la naturaleza; sus pisadas directas sobre la faz de la Tierra suponen una conexión espiritual y corporal tremendas. Las personas que todavía poseen este lazo son pocas en la actualidad y la decisión por parte de Basu, de elaborar planos como este o el de los pies de la mujer del bosque son importantes. Como vemos, los músicos llevan sandalias y tan solo los protagonistas del relato —Sakhisona, su marido y la mujer del bosque— van descalzos.

Tras el camino, los músicos se detienen, y a la luz de una hoguera, (nos) cuentan el relato de Sakhisona, sumergiéndonos de lleno en un universo mítico, plagado de onirismo y en ruptura total con el presente. Vemos a la pareja formada por Sakhisona y Ahirmanik haciendo las labores del hogar, mientras el blanco y negro, tan espectral de la cinta, acrecienta la sensación paradisiaca. El cruce de miradas nunca se da, y sin embargo la pareja está sumamente cercana en varios planos; uno de ellos, en el cual se muestran las cabezas de los amantes descansando una sobre la otra, mientras dormitan en silencio, provoca un cruce de miradas entre los ojos recién abiertos de Sakhisona y los de una estatua de piedra. Poco después, un árbol le susurra que no siempre fue lo que hoy es, y que tampoco las rocas lo fueron. Como un mágico advenimiento, vemos el futuro en las palabras de ése árbol, pues el mundo, en continuo cambio, va a terminar por olvidar la esencia de éstos objetos. La materia prima, devenida fruto, se convierte en un bocado arriesgado cuando Ahirmanik se ve seducido por una extraña cuyos poderes parecen ser de otro plano. Y mientras suena el didyeridú, él se adentra en el bosque fantasmal, superponiendo realidades inversas para acabar sumido en un profundo sueño que representa su adulterio, para después ser convertido en cabra por la misteriosa mujer que podría ser el espíritu arbóreo. Las rocas, los matorrales y el río insinúan cosas que tan sólo los espíritus son capaces de entender.

Sakhisona lo va a buscar por el mismo bosque, solo que ahora, este parece más real, no está el componente mágico que ilustra la inducción de su marido. Y al no encontrar ni rastro de él, corta su cabellera y se detiene en el tiempo. Así, acaba el mito y muchos eclipses después, vemos las ruinas del pasado, por medio de un found footage de una excavación en la India. Las figuras míticas que fueron talladas en la roca siguen ahí, comunicando cosas. Al igual que en "Les statues meurent aussi" de Alain Resnais y Chris Marker, es tremendamente difícil hoy en día poder comprender con exactitud lo misterioso del arte antiguo no-occidental, sobre todo después de haberlo prostituido llegando a convertirlo en “cosa”, es decir, banalizándolo. En esas piedras yace una respuesta que jamás será revelada.

Este mediometraje supone una experiencia grata e inigualable en el cine hindi contemporáneo. Ecos de Sayajit Ray sucumben al misterio del mejor Lav Diaz, mientras las ramas de los árboles cuentan más historias que las propias palabras.

Más en https://cinesinfin214878919.wordpress.com/2019/11/07/sakhisona/
Borja C
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