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Voto de el pastor de la polvorosa:
10
Drama. Comedia La familia Yoshii se traslada a vivir a un suburbio de Tokio para que el padre esté más cerca de su trabajo. Los dos hijos deben adaptarse a la nueva escuela, pero se encuentran con la hostilidad de un grupo de chicos entre los que está Taro, el hijo del señor Iwasaki, jefe de su padre. Convertidos finalmente en los líderes del grupo, cuando descubren la actitud servil de su padre hacia su jefe deciden organizar una original huelga infantil. (FILMAFFINITY) [+]
2 de junio de 2012
23 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como ocurre algunas veces, muy pocas, en la historia del cine (Dies Irae, Sherlock Junior, Tabú, el final de Une partie de campagne...), He nacido pero... se separa misteriosamente del aire de familia que, con el paso del tiempo, acaba igualando a las películas de su época y permanece eternamente joven e intemporal, como recién terminada. Esto llama la atención en una época (la de los primeros años treinta) en que las películas han envejecido particularmente mal, y se han convertido en antiguallas con más o menos encanto, como las pelucas o los sombreros de copa; y en una cinematografía como la japonesa en la que, incluso en fechas muy posteriores, la convención de la interpretación se opone al naturalismo, lo que crea una distancia con el espectador que el tiempo va ensanchando.

Frente a esta tradición, y casi frente a cualquier otra, He nacido pero... casi no parece una película, hasta tal punto carece de convención: el espectador siente quizá la ilusión de que la cámara y el director, invisibles, se limitaran a retratar lo que está sucediendo, ahora mismo, ante sus ojos, en un suburbio de Tokio.

Formalmente es ágil y desenvuelta, y no guarda grandes semejanzas con el estilo contemplativo de las últimas y más conocidas películas de Ozu (que incluyen un remake, Buenos días, de menor alcance). Genéricamente podría definirse como una comedia de aprendizaje, por parte de los niños protagonistas, de lo que Freud llamó el principio de realidad, en la que cosas pequeñas pero terribles se narran sin ningún énfasis; en la que el drama, escondido entre la ligereza, no consiste en la necesidad de matar al padre, sino en ver que no es necesario, porque ya él mismo se sacrificó hace tiempo para encontrar su hueco en una sociedad cuya violencia se descubre simultáneamente; y en la que, a diferencia de lo habitual en el género, dentro de los posteriores neorrealismos italiano o iraní, la desesperanza no está aderezada con piedad ni melodrama. He nacido, pero...
el pastor de la polvorosa
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