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Voto de el pastor de la polvorosa:
10
7,4
2.255
Drama
Después de la guerra, Dave Hirsh regresa a su pueblo, donde vive su hermano mayor, bien situado y preocupado de su status social. A Dave le acompaña una mujer que acaba de conocer y luego hace amistad con un jugador. Al presentar a una maestra una novela que ha escrito, Dave se enamora de ella. (FILMAFFINITY)
9 de enero de 2015
18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dave: - ¿Te ha gustado? (...)
Ginnie: - Sí, me ha gustado muchísimo (...)
Dave: - Pero, ¿qué es lo que te ha gustado?
Ginnie: - Todo.
Dave: - ¿Por ejemplo?
Ginnie: - Los personajes.
Dave: - Bien, pero ¿qué personaje?
Ginnie: - Todos.
Si uno fuera capaz de un amor tan puro como el de Ginnie, el personaje interpretado en la película por Shirley MacLaine, aquí terminaría esta reseña. Espero no invocar la confusión mental de su contrafigura, la intelectual Gwen French (Martha Hyer), si añado algún comentario más.
Como un torrente es, en primer lugar, un retrato detallista y cruel de una sociedad hipócrita, en la que las pequeñas virtudes, y la ocultación de los vicios, han reemplazado a la verdadera moral. También es testimonio de una época en la que el cine americano tenía aún capacidad de autocrítica: temas como la posición de la mujer, la represión sexual y el cultivo de las apariencias se abordan aquí con tremenda claridad.
El protagonista Dave Hirsh, interpretado por Frank Sinatra, vuelve después de la Segunda Guerra Mundial a su ciudad de provincias en el medio Oeste, Parkman: desengañado, alcohólico y sincero, su irrupción pone en cuestión la vida de escaparate, envuelta en las columnas jónicas de su mansión y en el ambiente autosatisfecho del club de la alta sociedad que frecuentan, de su hermano rico Frank (Arthur Kennedy), su mujer Agnes (Leora Dana) y su hija Dawn (Betty Lou Keim), así como el amigo de la familia, el profesor French (Larry Gates) y su hija Gwen; y también la vida cómoda y agridulce, tan autocomplaciente como autodestructiva, envuelta en humo, naipes y alcohol, del tahúr Bama (Dean Martin). Para todos ellos, su llegada recuerda a la del misterioso “ángel” interpretado por Terence Stamp en Teorema de Pasolini (1968).
En medio de este mundo cerrado, banal y masculino, el verdadero ángel no es Dave, sino Ginnie: el único personaje que ve claro desde el principio porque es capaz de amar sin comprender, sin tenerlo todo controlado.
Como un torrente no se reduce a la crítica social: es también un torrente de emociones, y resulta imposible no emocionarse en escenas como la de la seducción de Gwen en el cenador (cuando ella se suelta literalmente el pelo, que lleva siempre recogido en un peinado muy similar al de Dawn, la sobrina idealizada de Dave); la de la conversación de Ginnie y Gwen en el instituto, que contrapone dos formas de amor y, por extensión, dos modos de vida; y toda la escena posterior que transcurre en la casa de Bama, en la que Dave cambia repentinamente su forma de mirar a Ginnie.
Ginnie: - Sí, me ha gustado muchísimo (...)
Dave: - Pero, ¿qué es lo que te ha gustado?
Ginnie: - Todo.
Dave: - ¿Por ejemplo?
Ginnie: - Los personajes.
Dave: - Bien, pero ¿qué personaje?
Ginnie: - Todos.
Si uno fuera capaz de un amor tan puro como el de Ginnie, el personaje interpretado en la película por Shirley MacLaine, aquí terminaría esta reseña. Espero no invocar la confusión mental de su contrafigura, la intelectual Gwen French (Martha Hyer), si añado algún comentario más.
Como un torrente es, en primer lugar, un retrato detallista y cruel de una sociedad hipócrita, en la que las pequeñas virtudes, y la ocultación de los vicios, han reemplazado a la verdadera moral. También es testimonio de una época en la que el cine americano tenía aún capacidad de autocrítica: temas como la posición de la mujer, la represión sexual y el cultivo de las apariencias se abordan aquí con tremenda claridad.
El protagonista Dave Hirsh, interpretado por Frank Sinatra, vuelve después de la Segunda Guerra Mundial a su ciudad de provincias en el medio Oeste, Parkman: desengañado, alcohólico y sincero, su irrupción pone en cuestión la vida de escaparate, envuelta en las columnas jónicas de su mansión y en el ambiente autosatisfecho del club de la alta sociedad que frecuentan, de su hermano rico Frank (Arthur Kennedy), su mujer Agnes (Leora Dana) y su hija Dawn (Betty Lou Keim), así como el amigo de la familia, el profesor French (Larry Gates) y su hija Gwen; y también la vida cómoda y agridulce, tan autocomplaciente como autodestructiva, envuelta en humo, naipes y alcohol, del tahúr Bama (Dean Martin). Para todos ellos, su llegada recuerda a la del misterioso “ángel” interpretado por Terence Stamp en Teorema de Pasolini (1968).
En medio de este mundo cerrado, banal y masculino, el verdadero ángel no es Dave, sino Ginnie: el único personaje que ve claro desde el principio porque es capaz de amar sin comprender, sin tenerlo todo controlado.
Como un torrente no se reduce a la crítica social: es también un torrente de emociones, y resulta imposible no emocionarse en escenas como la de la seducción de Gwen en el cenador (cuando ella se suelta literalmente el pelo, que lleva siempre recogido en un peinado muy similar al de Dawn, la sobrina idealizada de Dave); la de la conversación de Ginnie y Gwen en el instituto, que contrapone dos formas de amor y, por extensión, dos modos de vida; y toda la escena posterior que transcurre en la casa de Bama, en la que Dave cambia repentinamente su forma de mirar a Ginnie.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La gran escena final en las ferias me parece ahora, recién vuelta a ver la película, quizá la más bella del cine americano clásico. En ella el azar o el destino reúne a todos los personajes para un desenlace que, como contrapunto de la sobriedad y el lento discurrir que hasta aquí ha tenido la película, está rodado como un número musical, en un estilo desatado y operístico, lleno de movimiento y color.
En ella tiene lugar también la transfiguración final del personaje de Ginnie: la caracterización de Shirley MacLaine ha tendido hasta entonces a resaltar la vulgaridad asociada a la condición humilde del personaje, que chapotea en torno a Dave como una especie de patito feo. Pero la intensidad de sus sentimientos la eleva a la condición de víctima trágica, y la película culmina, antes del último gesto de homenaje del epílogo, en la composición de una "pietà" profana, en la que ya sólo se muestra su belleza: la muerte la transforma en cisne.
navegandohaciamoonfleet.wordpress.com
En ella tiene lugar también la transfiguración final del personaje de Ginnie: la caracterización de Shirley MacLaine ha tendido hasta entonces a resaltar la vulgaridad asociada a la condición humilde del personaje, que chapotea en torno a Dave como una especie de patito feo. Pero la intensidad de sus sentimientos la eleva a la condición de víctima trágica, y la película culmina, antes del último gesto de homenaje del epílogo, en la composición de una "pietà" profana, en la que ya sólo se muestra su belleza: la muerte la transforma en cisne.
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