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Voto de el pastor de la polvorosa:
8
Drama Primer largometraje de Marcel Hanoun. Rodado en 16 mm y con un presupuesto muy reducido, narra la simple historia de una madre acompañada por su hija luchando por encontrar trabajo y comida en París. (FILMAFFINITY)
19 de enero de 2013
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una mujer con una hija, cuyo pasado apenas se explica (salvo que no quiere volver a provincias con su padre por temor a su madrastra) va agotando sus escasos ahorros mientras vaga, buscando alojamiento y trabajo, por un París del que se nos muestra su cara oscura, sin ningún glamour: barrios periféricos, aceras anónimas, cafeterías modestas, patios estrechos desde los que se escucha la música que viene de una ventana, solares cubiertos por maleza, naves industriales, parques polvorientos...

La película se plantea, aparentemente, como un documento social. Narra una historia de desamparo tal como su protagonista real se la contó al director, según indican los títulos de crédito: como podría ocurrirte a ti, a mí, a cualquiera, continúan estos; pero la película que viene a continuación mantiene la distancia, y en ningún momento propicia la identificación del espectador.

Esto es así desde la misma estructura narrativa, que parte del desenlace liberador (la protagonista es rescatada y acogida por una mujer caritativa que la ve durmiendo en un solar cerca de su apartamento) para luego ir hundiéndose en la espiral melancólica de las repeticiones, variadas con pequeñas esperanzas y contratiempos, hasta tocar fondo, fatalmente, en el solar abandonado: y aquí termina la película, que no es tan simple como su título pretende sugerir.

En el estilo de Robert Bresson, los actores (desconocidos) no tratan de expresar emociones impostadas, mientras la voz en off de la protagonista va contando su historia sin inflexiones, en un tono monocorde como el gris que domina la fotografía: en algún momento, se superpone la narración de los diálogos (“me dijo: ...”) con el propio diálogo, que se escucha de fondo.

En otro momento, la protagonista va a una fábrica de las afueras a interesarse por un puesto de trabajo: la vemos franquear la verja que separa el recinto de la calle, volver a salir y perderse por la derecha del encuadre, que queda vacío (mientras la voz en off relata que le pidieron que volviera al día siguiente); sin corte de plano, la volvemos a ver saliendo por la misma verja y volver a perderse por la derecha del encuadre mientras su voz relata que volvió al día siguiente y le dijeron que había sido un error, y que el puesto ya estaba ocupado. Esta imagen, literalmente mágica y en absoluto simple, resume perfectamente la extraña melancolía que, más allá de su valor como documento moral o social, constituye la esencia de la película.

El refinamiento y precisión con que se muestran los detalles, y la ausencia de énfasis y sentimentalismo en el relato, conducen a momentos de sutil emoción y sensación de verdad, dentro de la modestia y desnudez del conjunto: una joya oculta, acaso por ser tan transparente, que deja un reflejo gris en la memoria.
el pastor de la polvorosa
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