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Voto de el pastor de la polvorosa:
6
Drama. Fantástico Ambientada en el siglo XIX. Se basa en la leyenda alemana de Fausto, un sabio que hace un pacto con el diablo, y en las adaptaciones literarias del mito por parte de Goethe y Thomas Mann. (FILMAFFINITY)
28 de mayo de 2012
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
A Sokurov se lo tiende a relacionar con Tarkovski pero, al menos en esta película, y si se quiere buscar un modelo nada más que para orientar por dónde va la cosa, me parece que sería mucho más adecuada la comparación con el Satyricon de Fellini: se trata también aquí de una adaptación de un clásico de la literatura, en este caso uno de los mitos claves de la modernidad, del que Sokurov escarba en sus fuentes medievales. Se trata de una adaptación basada en una imaginería muy personal, una especie de retablo bañado en una luz espesa, en el que coexisten vislumbres de lo sublime y la descripción exacerbada de lo grotesco. Eso sí, y a diferencia del latino Fellini, esta película es nórdica en su esencia y en su envoltura.

Sokurov presenta su Fausto como el apéndice de una trilogía centrada en la voluntad de poder, encarnada en las figuras históricas de Hitler, Lenin e Hirohito. Aunque no he visto estas películas, me parece que la visión de esta voluntad de poder que ofrece Fausto surge desde dentro, y con una cierta ambivalencia, de modo que el anhelo de infinito del protagonista tendría su reflejo en la propia megalomanía de Sokurov, último avatar del genio al que todo le está permitido –que, como una suerte de Richard Wagner del siglo XXI, nos entrega su obra de arte total sin ninguna auto-censura ni concesión al público. Lo toma o lo deja, se podría decir, pero no es esa la cuestión, porque la película merece verse. Dicho esto, también es cierto que en último término este Fausto resulta de corto alcance y aporta poco al mito: Sokurov no va más allá de su ilustración (como un Doré puesto al día), o de su apropiación arbitraria (como un moderno director de escena de ópera), y en esto radica la limitación de su película, que agrada y fatiga a partes iguales.

Copio para terminar unas palabras de Eugenio Montale de 1975 que siguen siendo de actualidad; las he leído por casualidad mientras escribía esto, y me parece que caracterizan bien el aspecto más negativo de esta película, la tentación en la que se deja caer: “De aquí surge el arte de de nuestro tiempo que es el espectáculo: una exhibición no necesariamente teatral a la que contribuyen los rudimentos de cada arte y que opera una suerte de masaje psíquico sobre el espectador u oyente o lector o lo que sea. El deus ex machina de este nuevo amontonamiento es el director. Su fin no es sólo el de coordinar los componentes escénicos, sino el de suministrar intenciones a obras que no las tienen o que han tenido otras.”
el pastor de la polvorosa
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