Justo ahora que Los Hermanos Coen parecen haber quitado el pie del acelerador, embarcados en algún que otro capricho cinematográfico, nuevas experiencias televisivas, o como simples guionistas al servicio de otros realizadores, surgen un par de títulos llamados a reavivar un estilo ganador, que antepone la inteligencia de la historia, y el humor negro como mejores señas de identidad.

Si en 2016 fue la excelente Comanchería, de David Mckenzie, la que nos recordaba ese mencionado estilo Coen, ahora es el guionista y director Martin McDonagh el que se sube a ese carro por alusiones, con Tres Anuncios en las Afueras, sobre la que igualmente, sobrevuela ese particular influjo fronterizo o sureño de la América Profunda, que tan buen aroma nos dejó en obras de la talla de Sangre Fácil, o la más reciente, y justamente premiada, No es País para Viejos.

No parece casualidad, que McDonagh haya recurrido al compositor habitual de Los Coen, Carter Burwell, o que sea la esposa de Joel, Frances McDormand, la cual merece un capítulo aparte en el siguiente párrafo, las cabezas visibles de una producción que bien parece bendecida por ese mencionado humor negro, construida desde un contexto de cine independiente, que lejos de quedarse en simples homenajes, recorre su propio camino, perpetrando un sólido y convincente vehículo de calidad.

Con algo más de 40 años de carrera a sus espaldas, la actriz Frances McDormand, una de las pocas vencedoras a la triple corona de la actuación, esto es, ganar un Oscar, un premio Tony de teatro, y un televisivo Emmy, al acaba de sumar el Globo de Oro a mejor actriz dramática por este papel, engrandece con su presencia cualquier proyecto que tiene a bien contar con su indiscutible talento, haciendo muy suyo parte del triunfo de un film, que puede presumir de trazar, con pulso firme, el perfil de unos personajes creíbles, que lejos de formar parte simplemente del argumento, hacen suyo el material con enorme profesionalidad.

Acompañan a McDormand, un siempre cumplidor Woody Harrelson, la llave de los acontecimientos que se suceden en el film, nexo de unión entre esos diferentes personajes y Dixon, un prodigioso Sam Rockwell, actor que nunca ha disfrutado de la fama otorgada a otros compañeros de su generación, y a los que, en varios casos, supera con creces en calidad interpretativa. Completan, ya desde un plano más secundario, pero aportando valor al conjunto, el televisivo Peter Dinklage, y jóvenes promesas como Caleb Landry Jones o Lucas Hedges.

Finalmente, cabe recomendar sin reservas este paseo por Ebbing, Missouri, un lugar que se presta a caer en los convencionalismos raciales, pero que aquí no es tratado, en ningún caso, de forma adoctrinadora, ni tampoco sujeto a esa histeria tan de moda en el Hollywood actual, simplemente funciona, al igual que el feminismo, expresado a través de la raza y el empuje de Mildred, su protagonista, como un elemento más dentro de una brillante exposición, en la que los diálogos y las situaciones fluyen de forma natural y acompasada, concretando la que sin duda, será recordada como una de las mejores películas del año en el subconsciente cinéfilo.



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