Sensacional intriga psicológica basada en una obra teatral de Patrick Hamilton con retazos góticos y ambiente victoriano, una gran película de George Cukor dueña de una atmósfera lóbrega, brumosa, con estancias recargadas de objetos con el fin de crear una situación claustrofóbica y obsesiva que pueda conducir al desequilibrio mental.

La trama, hábilmente desarrollada por Cukor, es absorbente y cautivadora, con una elegante puesta en escena y momentos de enorme angustia psicológica resaltados por primerísimos planos en los que la belleza del rostro de Ingrid Bergman desprende una luz deslumbrante, sabiendo transmitir de manera excelsa la fragilidad y la paranoia de su personaje. Con toda justicia, la actriz sueca lograría el Oscar por este inolvidable papel.

La magnífica banda sonora de Bronislau Kaper ayuda a la creación de un clima desasosegante, mientras que tanto el trío principal de estelares actores (Boyer, Bergman y Cotten), como los fenomenales aportes secundarios de las actrices Angela Lansbury en su debut en el cine (maravillosa como manipuladora e insolente doncella), May Whitty (la vecina cotilla) y Barbara Everest (la criada sorda), otorgan mucho empaque y singularidad a esta historia de mujer vulnerable enfrentada a un estado de desconfianza y desquiciamiento.

Al margen de Ingrid Bergman, el gran Cedric Gibbons se llevaría también la dorada estatuilla por su brillante trabajo en la dirección artística.