Entre los restos de un festivo desmadre y un copioso convite encontramos a un extenuado Spencer Tracy, aquejado de dolor de pies, que se dispone a contarnos sentado en un sofá y mediante un flashback con recurrente voz en off los preparativos para la boda de la niña de sus ojos, que no es otra que una joven Elizabeth Taylor.

Vincente Minnelli dirige, con base en una novela de Edward Streeter, esta amable y divertida comedia familiar, muy acertada en la creación de brillantes situaciones de humor sin bufonadas ni exageraciones, sino con ingeniosos diálogos, exquisito gusto y unas interpretaciones dignas de alabanza de todo el reparto, sobresaliendo y de qué manera un Spencer Tracy absolutamente impresionante, ya sea desconcertado cuando conoce la inesperada noticia del casamiento por boca de su propia hija en plena comida, en el encuentro con sus futuros consuegros, preparando martinis para la fiesta de presentación, o sufriendo pesadillas con sus andares por la iglesia.

Ese año el Oscar al mejor actor se lo llevó José Ferrer por su trabajo en "Cyrano de Bergerac", merecido sin duda, aunque seguramente nadie se echaría las manos a la cabeza si la dorada estatuilla en aquella edición fuese a parar a las manos de Tracy por su inmensa encarnación del abogado Stanley Banks en esta simpática comedia.