Película pasatista, alegre, simplona, bien filmada y editada pero completamente olvidable por su liviandad, por la sensación de superficialidad constante que emana en cada fotograma y línea de diálogo; los diálogos son especialmente pobres y escuetos aún para el género. Cuenta con un destacado acabado visual que no ha envejecido en los absoluto pese a los 17 tacos con los que carga en 2019. Un Jacky Chan de mediana edad (próximo a los 50 años) pero todavía en plenitud lo da todo de sí con sus conocidas muecas, carisma y contorsiones marciales, más una Love Hewitt "modelo 2002" cuya belleza y simpatía estaban en estado de gracia no alcanzan para convertir este film en un clásico de sobremesa dominguera, sin embargo cumple con su función de generar una media sonrisa en quien azarosamente la ve por toparse con ella en algún canal del cable.