Pocos han sabido ver que Cristal, más allá de su historia, habla del propio Shyamalan y de su cine: de cómo la gran masa homogénea (el público mainstream y los críticos profesionales comprados, representados a la perfección por esa sociedad que hay detrás del personaje de Sarah Paulson) le han empujado a recluirse en una suerte de prisión (la institución mental) para corregirle, para señalarle que su cine (el de El sexto sentido hasta El incidente) "no vale nada" y que lo que debe hacer es seguir los cauces de lo esperable (de ahí salen productos como Airbender o After Earth, muy mainstream y, también, fracasados). Cristal es una agónica crítica de esa presión que lleva experimentando toda su vida por parte de ese sector que nunca le ha dado una oportunidad, que le ha criticado con virulencia sin ni siquiera tratar de entenderlo, porque apostaba por formas diferentes de contar las cosas o por valores que no interesaban a esa mayoría. Esperemos que el mensaje lanzado por Don Cristal surja efecto y volvamos a tener entre nosotros al Shyamalan-genio de El incidente, El bosque o Señales.