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Thriller. Drama
Estados Unidos, década de 1970. Seguimos a Jack durante un período de 12 años, descubriendo los asesinatos que marcarán su evolución como asesino en serie. La historia se vive desde el punto de vista de Jack, quien considera que cada uno de sus asesinatos es una obra de arte en sí misma. (FILMAFFINITY)
3 de febrero de 2019
46 de 83 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocas veces, ahora mismo diría que nunca, he querido salirme de una sala de cine en medio de la proyección de una película. Creo que, al igual que muchos espectadores, me considero más o menos vacunado contra la violencia, sea gratuita o no (al fin y al cabo, es ficción).
Sin embargo, La casa de Jack, esa pesadilla salida de la mente de Lars von Trier, es una excepción y no exagero si digo que, durante gran parte del larguísimo metraje, sentí asco y repulsión y estuve a punto de salir de la sala. Von Trier nos cuenta la historia de un psicópata (Matt Dillon), un pobre diablo que se hace llamar a sí mismo Mr. Sofisticación pero que, sin duda, es el asesino en serie más inepto de la historia.
Hasta ahí, todo aceptable. Son los desvaríos de un enfermo. El problema, además de los graves errores de guión, son las escenas, totalmente gratuitas y de un sadismo sin precedentes, que salpican toda la proyección. No sé si alguien se acuerda de la película Irreversible (2002), dirigida por Gaspar Noé y protagonizada por Mónica Bellucci y Vincent Cassel, con el plano secuencia de la violación a Bellucci de casi diez minutos de duración que daba auténticas arcadas.
La casa de Jack juega al mismo juego de provocación y violencia gratuita. Porque la violencia, en esta película, es totalmente gratuita y, por qué no decirlo, extremadamente enfermiza. Hay un loco en la pantalla (Jack), pero el verdadero enfermo es un director capaz de todo para ganar en audiencia.
Sin embargo, La casa de Jack, esa pesadilla salida de la mente de Lars von Trier, es una excepción y no exagero si digo que, durante gran parte del larguísimo metraje, sentí asco y repulsión y estuve a punto de salir de la sala. Von Trier nos cuenta la historia de un psicópata (Matt Dillon), un pobre diablo que se hace llamar a sí mismo Mr. Sofisticación pero que, sin duda, es el asesino en serie más inepto de la historia.
Hasta ahí, todo aceptable. Son los desvaríos de un enfermo. El problema, además de los graves errores de guión, son las escenas, totalmente gratuitas y de un sadismo sin precedentes, que salpican toda la proyección. No sé si alguien se acuerda de la película Irreversible (2002), dirigida por Gaspar Noé y protagonizada por Mónica Bellucci y Vincent Cassel, con el plano secuencia de la violación a Bellucci de casi diez minutos de duración que daba auténticas arcadas.
La casa de Jack juega al mismo juego de provocación y violencia gratuita. Porque la violencia, en esta película, es totalmente gratuita y, por qué no decirlo, extremadamente enfermiza. Hay un loco en la pantalla (Jack), pero el verdadero enfermo es un director capaz de todo para ganar en audiencia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Primero, los errores del guión. Jack (Matt Dillon), pese a sufrir un trastorno de obsesión compulsiva (TOC), es de lo más desorganizado del mundo, cuando generalmente los psicópatas suelen ser, por lo menos, algo cuidadosos. La escena en la que arrastra con la furgoneta el cadáver de una anciana por varios kilómetros de carretera, dejando un reguero de sangre a su paso sin que nadie se dé cuenta, es de chiste. Sobre todo porque, a renglón seguido, se pone a llover de forma providencial.
Tampoco es normal sus dos encuentros con la policía. Cualquier agente hubiese detenido a un hombre con claros signos de locura, sobre todo cuando reconoce a uno de los policías que ha matado a más de 60 personas, pero aquí no pasa nada. Su bajada, literal, hasta los infiernos, acompañado por un grande del cine como Bruno Ganz, no deja de ser una ocurrencia ridícula. También las pretensiones artísticas de sus asesinatos.
En cuanto a los crímenes, aquí no hay elipsis o fundido en negro. No se esconde nada. Jack estrangula durante algunos minutos a una anciana, que inexplicablemente le había dejado entrar en su casa, y la cámara no pierde detalle. Al igual que se muestra cómo rompe la cara de la siempre hermosa Uma Thurman con un gato hidráulico. O cómo, con un rotulador, marca los pechos de una mujer y después se muestra cómo se los cercena con un cuchillo. Uno de esos pechos, por cierto, será reconvertido por el asesino en una especie de cartera de piel humana que, curiosamente, no llama la atención a nadie. Son escenas que, para el común de los espectadores (por favor, que no se cuele ningún menor en la sala), pueden ser y son repulsivas...
Tampoco es normal sus dos encuentros con la policía. Cualquier agente hubiese detenido a un hombre con claros signos de locura, sobre todo cuando reconoce a uno de los policías que ha matado a más de 60 personas, pero aquí no pasa nada. Su bajada, literal, hasta los infiernos, acompañado por un grande del cine como Bruno Ganz, no deja de ser una ocurrencia ridícula. También las pretensiones artísticas de sus asesinatos.
En cuanto a los crímenes, aquí no hay elipsis o fundido en negro. No se esconde nada. Jack estrangula durante algunos minutos a una anciana, que inexplicablemente le había dejado entrar en su casa, y la cámara no pierde detalle. Al igual que se muestra cómo rompe la cara de la siempre hermosa Uma Thurman con un gato hidráulico. O cómo, con un rotulador, marca los pechos de una mujer y después se muestra cómo se los cercena con un cuchillo. Uno de esos pechos, por cierto, será reconvertido por el asesino en una especie de cartera de piel humana que, curiosamente, no llama la atención a nadie. Son escenas que, para el común de los espectadores (por favor, que no se cuele ningún menor en la sala), pueden ser y son repulsivas...