Estupenda película clásica del cine negro, con excelente fotografía en blanco y negro, que te atrapa desde el primer momento, pese a la inicial reticencia a dejarte llevar al ver a un galán de del cine (Robert Taylor), encarnando un papel de policía corrupto, amigo del hampa y sin escrúpulos.

El hilo narrativo y la trama de la película, junto a la buena interpretación de Robert Taylor junto con los demás actores, va despertando el interés del espectador, con un argumento sobre la corrupción de la policía, que extiende sus redes sobre uno de los miembros de una familia de policías (Robert Taylor), para el que su principal valor es el dinero, y en el que la honestidad, y la defensa de los valores colectivos de la sociedad e individuales de la persona, son una hipocresía por la cual no merece la pena arriesgarse a cambio del mísero sueldo semanal que cobra como policía; y que como agradecimiento, al final, solo va a recibir la mísera pensión de jubilación. Ello es así, hasta que el protagonista se enfrenta con su hermano pequeño, que también es policía, el cual considera que ser honesto y honrado vale la pena, pese al sueldo que percibe, y no se deja corromper.

La película reúne los ingredientes del cine negro: rodada en blanco y negro, asesinatos, los "gansters", la chica, en este caso las chicas, que se desenvuelven y en el ambiente del hampa; y el protagonista, en este caso un policía corrupto. Todo ello con el mensaje de que, los valores humanos y sociales, junto con los sentimientos individuales, son algo por lo que se merece luchar, pese a que con ello uno no obtenga sustanciosos beneficios.