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España España · Málaga
Voto de Nuño:
9
Drama Paul Javal (Michel Piccoli), un dramaturgo francés, acepta reescribir algunas escenas para "La Odisea", una película que se va a rodar en Capri bajo la dirección del renombrado director alemán Fritz Lang (Fritz Lang). En un primer encuentro con el productor norteamericano, el arrogante Prokosch (Jack Palance), el escritor deja que su mujer, la bella Camille (Brigitte Bardot), se vaya en el coche con el productor a la finca de éste. Este ... [+]
22 de junio de 2016
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
'Le mépris' plantea un laberinto intelectual, muy francés, intrincado en altura y profundidad, saturado de niveles analíticos.

[La voz en off cesa, la cámara se inclina en picado a los ojos del espectador, y le devuelve una imagen de ese mundo amoldado a nuestros deseos, que es el Cine]



La imagen pasea el cuerpo de Brigitte Bardot.

La fotografía muta. Rojo: sensual, primerizo, pasional. Neutro: realista, contenido. Azul: helado, elegíaco. Es la misma textura de la imagen la que ya revela las inevitables paradas de la travesía. Godard consigue trocar una escena de lozana desnudez en una declaración de melancolía. Los muslos de la Bardot, al alcance de un dedo, se antojan tan lejos como el paraíso.

—¿Te gusto, entonces, entera?
—Te quiero total, tierna, trágicamente.



En un teatro de carteles ajados ('Psicosis', John Wayne, Vanina Vanini...), Godard plantea la recurrente trinidad asimétrica; el director, el productor... y el comparsa, ¿de quién?

—Está en el guión, pero no es lo que veo en pantalla.
—Claro, porque en el guión está escrito, y en la pantalla aparece la imagen. Se llama película.

De un lado, Lang disertando, con serenidad y hondura, sobre la significación de lo que se ha de ver en pantalla. Del otro lado, Palance esputa su implacable ideario de rentabilidad cinematográfica; sonríe cuando ve un desnudo en pantalla, sabedor de lo que el público desea ver. En medio, Piccoli, que ha de escribir una escena.

[Una mezcolanza de lenguas irreconciliables, a las que la figura de la traductora, mediadora entre no ya lenguas sino concepciones cinematográficas diferentes, intenta poner rigor. El malentendido más notorio, irónicamente, se produce entre marido y mujer, que hablan el mismo idioma. En ese coche, se va ella, pero para siempre]



'La Odisea'

En la villa de Capri la arquitectura es diáfana y clara, nos imbuye en ella un sentimiento de épica soterrada semejante al que nos puede abordar al observar las ruinas del oráculo de Delfos. El lugar está presidido por el vasto mar Tirreno; y en escenario de tan traicionera amplitud, de robusta vetustez, un escritor intenta recuperar el amor perdido de su mujer. Lo más importante es que no sabe, a ciencia cierta, cómo lo ha perdido.

—Te he querido mucho. Sólo sé que ya no.

Las imágenes, oníricas, profundamente expresivas, de los recios rostros de héroes mitológicos observan la escena. Si hay algo que nos une con la fantasía de la mitología, es que a menudo los motivos emocionales han sido los mismos, desde que el mundo es mundo. Nuestra Odisea real es la del hombre literario, desde que se pergeñó hecho carne y se trajo consigo el dolor universal.



Un sangriento accidente, que a bien podría ser una fantasía terminal del hombre rechazado ("han llamado de Roma, han muerto", a lo que la traductora ni siquiera responde). En lo que nos respecta, el olvido es ya una muerte temprana. Camille ha muerto en nuestra realidad.



Lang y Piccoli se despiden, cordialmente. Finalmente, el abrumador mar, como el alma de nuestra desconocida esposa, parece despreciarnos en nuestra eterna confusión.

Gracias.
Nuño
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