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España España · Málaga
Voto de Nuño:
10
Bélico. Drama Película de encargo para celebrar el 40 aniversario de la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial. Relata, a través de los ojos de un niño progresivamente endurecido por el sufrimiento, la matanza sistemática de los habitantes de las aldeas bielorrusas, más de 600, durante la guerra. (FILMAFFINITY)
6 de octubre de 2014
28 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
La raíz propagandística de la que, como proyecto soviético, germina la película de Klimov no resta ni suma nada a la calidad artística de la misma, ni aumenta o disminuye las sensaciones que produce. Una valoración política externa puede ser interesante, pero no necesaria.

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El tono que una película sobre la guerra, el Holocausto, o cualquier otro genocidio histórico debe conseguir, a mi modo de ver, no es de la epicidad bélica, ni siquiera el del drama. La textura que debe lograr es la del terror. Cualquier película enmarcada en esta temática ha de tener la forma, en última instancia, de una pesadilla. Klimov despliega un incesante catálogo de desazones y de detalles escalofriantes.

La voz quebrada del niño rubio, al inicio. Sus siniestros juramentos.

Los espesos, tristes e inanimados bosques bielorrusos.

La visita del inquietante ave, antes del sueño, como presagio agorero.

El cadavérico y grotesco espantajo de Hitler.

La sordera. El alucinado reencuentro con las gentes del pueblo, entre lloros y lamentos. La toma de conciencia de la orfandad y del desamparo. El arrebato de enterrar la cabeza bajo tierra.

La noche cobijado junto a la vaca muerta, en soledad, entre luces fantasmagóricas de disparos y bengalas sin norte ni sur.

El rostro, envejecido, agrietado, del niño. Su pelo, cada vez más canoso.

La inenarrable presencia del lémur.

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La escena de mayor intensidad de la película, la de la matanza y pira en el granero, me recuerda, salvando las distancias estéticas y formales, al óleo de Pieter Brueghel el Viejo que da título a mi crítica. Cada vez que observo dicha pintura, me percato de nuevos detalles, de nuevas figuras, torturas y agonías que no había asimilado. El de 'Masacre: ven y mira' es también un desfile interminable de rostros, ojos y bocas agonizantes, enfrentadas al término seguro e irrefrenable de la vida. Una escena de un horror ilimitado e insoportable, en tanto que puedes volverla a ver varias veces y siempre encontrarás un rostro en el que no habías reparado antes; un anciano, una niña o un joven cuyo rostro te es nuevo y, de alguna forma, intransferible. Intuirás un terrible drama personal; imaginarás su historia, que no existe.

Los soldados convierten una aldea del interior de Bielorrusia en un vasto páramo yermo sesgado de vida, y despiden el lugar plantando a una anciana, macilenta, arrugada y postrada en la cama, encima de una pequeña loma. "Abuela, a ti te dejamos para la reproducción, que tengas muchos hijos". Efectivamente, la guerra es un envejecimiento prematuro del ser humano; el horror nos ha hecho viejos. ¿De dónde va a surgir la vida, ahora que todos han muerto, y los que no han muerto han muerto en vida?

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Al final, el joven protagonista, revirtiendo la irreversible Historia, en su arrebato iracundo, en su lamento infinito buscando la infancia y la realidad perdida, no llega a disparar al rostro de un Hitler recién nacido.

Gracias.
Nuño
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