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España España · Málaga
Voto de Nuño:
9
Drama Este clásico del cine mudo fue el primer film que explotó el movimiento de cámara. Narra cómo el portero de un lujoso hotel, un anciano orgulloso de su trabajo y respetado por todos, es bruscamente degradado a mozo de los lavabos. Privado de su antiguo trabajo y del uniforme que le identifica, intenta ocultar su nueva condición, pero su vida se va desintegrando lentamente. (FILMAFFINITY)
10 de abril de 2017
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al principio, él es der erste Mann.

Su perfil se alza a las puertas del Atlantic. Imponente y enorme, custodia las rutilantes puertas giratorias de acceso al hotel; cómodo en aquel umbral entre su fastuoso templo de Abdeen y la urbe, sumida en un vértigo luminoso que pareciera ser celebración de su grandeza*. Sus hombros tienen la anchura de una gran ola; camina y todos orbitan a su alrededor, incapaces de alcanzar su altura e ignorar su esplendor.

Después, como el increíble "shrinking man", su dignidad mengua hasta el átomo.

Se encorva, enjuto. Su rostro recio, de barba cana y fisonomía de retrato de Émile Zola, se difumina y adquiere la fantasmagórica mueca de un Soutine. Frente a nadie parece alzarse ya, ni parece que pueda escaparse de la sombra que los demás le proyectan. La ciudad ya no le festeja; se mueve por callejones mínimos y desangelados, las sombras del expresionismo alemán le persiguen y le devoran. Su erguida y robusta pose es sustituida por un encogimiento que le hace parecer lisiado. Se evade en el delirio de la ebriedad, y luego la resaca ni siquiera le permite sostener la toalla con que ha de servir.

El vecindario se une para el escarnio público. Sus despiadadas burlas parecen salirse de la pantalla, como en un lienzo de Pere Borrell del Caso. Alumbrado por una acusadora linterna, él devuelve su bienquerido uniforme. De rodillas ya, hecho parte del gris decorado de su inmundo lavabo, aguarda a que reclamen su servidumbre.

Al final, es der letzte Mann.

...

Pese a ese engaño en forma de fantasía terminal, o de plegaria mentirosa, con que Murnau se vio obligado a concluir su película, 'El último' se recuerda con un escalofrío. Es un mudo testimonio, avasallador por su fondo e hipnótico por la maestría del director, de la difícil conservación de la dignidad de uno, cuando es un uniforme lo que salva de la mediocridad y ése uniforme lo puede vestir cualquiera, y no se resiste a vestir a nadie.

Gracias.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Nuño
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