Voy a robar una palabra que citó un crítico en el encabezado de la película, “plástica” (y no hace referencia a la pintura) Creo que Bertolucci fue víctima de esta atroz sentencia de los noventas. Créanme cuando digo que no le salió nada de nada. Los desnudos son tan forzados que dan asco, aluden a la cámara, es decir, hacia el espectador, uno diría, “están todos posando para mí” la cámara jamás se mete en el conflicto, y, lejos de este indicio, la acción sucede buscando al director. Este tipo de bodrios se dan cuando un guión depende exclusivamente de lo que pueda generar un actor, en este caso, de la extraña belleza de Liv Tyler, y todo, absolutamente todo, se genera alrededor de la consigna mencionada. Además hay una ambigüedad en los personajes curiosamente incómoda, pues tiende a narrar una pseudo sociedad de artistas e intelectuales, pero todos son apestosamente burgueses. (Es evidente la transmutación de la vida real y los momentos de Bertolucci hacia la película, a Woody Allen le sucedió algo similar En “Vicky Cristina Barcelona” pero en el trascurso lo soluciona mucho mejor) Aunque todo no es desalentador, miren si habrá servido este nefasto intento que, tras los cuantiosos yerros, mas tarde se resarció con su muy buena película “los soñadores”.
Otra cosa, me pregunto ¿que tendrá de extraordinario el tal Jeremy Irons? Pues yo, obligado a ver sus películas con carteles (o en este caso horriblemente dobladas al español) padezco siempre sus mismas caras ¿acaso sea porque tiene poco blanco en los ojos, y dicho factor le resta volumen de expresiones? en fin, yo le observe idénticos gestos, haciendo de siamés, como de enfermo terminal o de pistolero en “Appaloosa” pero debe ser mi pobre ojo escrutador que no es buen catador del histrionismo escénico. –Que se entienda la ironía-