Una película obvia hasta la medula, y desesperadamente convencional, con una palidísima actuación de Angelina Jolie, que jamás llegara a la altura que requiere la composición tensa y personal de su personaje. La trama es pobre y repetida, los actores son tan estereotipados que me queda la sensación de haber visto, por ejemplo, a lo largo del cine americano, esos policías tontitos, por lo menos mil quinientas veces. -Que se entienda la ironía-

Acertada fotografía y acertada carga de extremo realismo y crudeza. Una historia análoga a los tiempos que corren. La primera media hora supera ampliamente al resto de la película junto a su revoltoso desenlace, donde el sabor a cómics invade nuestras retinas, luego se va a pique y nadie puede rescatarla del olvido. Eso si, es para destacar la barba de Sbaraglia que crece y decrece mientras corre de roca en roca, la mano esposada al alambrado del coche policía, una manzana partida perfecta por la mitad, el rifle en primera persona como en el juego dum, entre otros efectillos frenéticos de video clip. –Que se entienda la ironía-

No quiero ser punzante pero ante tal agravio me veo compelido en atinar la siguiente frase: No rompan las pelotas muchachos, si no entienden como a esta película la han premiado, no solo no entendieron nada de cine, tampoco entendieron nada de arte. El problema de los críticos es que se dedican a criticar, pero del resultado de su mente hacia sus manos, nada. Parece que no han aprendido a ver ese mero instante que se desarticula eterno para la retina, y es eterno porque la imagen desprende tal poesía, tal sensualidad, tal trabajo sobre el inconciente colectivo que nos deja sin palabras. Les aconsejo como método educativo hacer algo de arte, cuando observen el resultado, el enfoque hacia el arte en general les resultara absolutamente distinto. –que se entienda la ironía-

A Pasolini le atrae la desnudez y es entendible, pues un amante de las artes allá por los sesentas se formularia la siguiente pregunta: ¿Desnudos en pinturas si pero en el cine no? Pues bien, dicho tópico, funcionaba paralelamente con la robusta doctrina eclesiástica que aun no lograba desarraigarse por completo de la conciencia colectiva, el séptimo arte no fue la excepción. Pasolini entiende semejante legado e intenta sumar tantos componentes como le son posibles para justificar dichos desnudos: Fotografía austera plagada de diagonales, textos profundos, alusiones sobre el mundillo artístico, simbolismos, y por supuesto, el infaltable toque sesentoso, del venido a menos surrealismo. Perfecto ¿pero funciona? Por poco (para aquella época seguramente) pero en esta no, pues los parlamentos se transforman en testimonios (o testamentos) la fotografía carece del brillo necesario (raras veces las zonas de contrastes son superlativas) los actores pretenden insinuar, pero terminan por ser previsibles, emocionalmente elementales, y poco creíbles ¿Expresionismo conciente o inconciente? ¿Pasolini hace alusión a la obra de Pollock? ¿Los tonos bajos al borde del monocromo son intencionales? ¿Los cuerpos muertos, cuasi velados, sobre las camas, proyectan el simbolismo que sugiere el director para disolverse en el guión? La respuesta es no, pues la película transcurre ajena, impersonal, distante, uno jamás se sentirá cómplice de la propuesta (o mejor dicho, del nulo intento de propuesta) y no solo nunca se involucrará con la trama sino que además, las reflexiones filosóficas y pseudo antropologías terminarán por angustiar, dando la sensación que el narrador es un “Adolescente” de familia adinerada, pero rebelde, que realiza sus primeros ensayos extremistas con su nueva cámara ( no nos olvidemos que a esta altura Nietzsche estaba bien enterrado) por ende, el espectador contemporáneo caerá en la inevitable tentación de apagarla y perjurarla en el mas profundo de los olvidos.

Las imágenes se suceden a la par del famoso mito bíblico ¿quien puede negar que la biblia misma no sea una exquisita poesía fantástica? Mel Gibson alude acertadamente al inconciente colectivo y jugará con dicha premisa hasta el desenlace, dada esta convención entre propuesta y espectador, todo intento de denostar al guión queda crucificado como el mismo cristo, todo subterfugio sofista y pseudo intelectual queda desarticulado ante semejante obra de arte. ¿Gore? Claro, desde una perspectiva distante, superflua y poco comprometida si, desde nuestro remanente arcaico no, por ello la película trabaja a la perfección y funciona como un milagro. – Que se entienda la ironía-