A caballo entre biopic y peli de artes marciales, consta de dos partes muy diferenciadas: una primera mitad con muchas peleas de coreografías brillantes, y la segunda con más tratamiento de cuestiones biográficas y políticas. Tanto la fotografía como la ambientación son excelentes (como viene siendo habitual en el cine oriental), y el mensaje que destila, que en principio podría parecer incluso anglófobo, se hace claramente autoafirmativo de la nacionalidad china pero con muchísimo respeto. Muestra de ello es que el rival japonés (Japón y China no se tragan desde tiempos inmemoriales) no es el típico fanfarrón malvado y sanguinario, sino un tipo respetuoso y culto, con un gran sentido del honor.
¿Lo malo?: las interpretaciones son muy pobres, sobre todo las de los niños, y el episodio del pueblecito rural no está bien definido, y apenas explica el porqué de la transformación del protagonista.
Recomendable porque entretiene y nos cuenta una historia real, pese a que el final pueda desilusionar a los amantes del cine de acción tradicional, más centrado en dar mamporros imposibles que en contar historias reales. Y es que, cuando se trata de biografías, poco se han de cambiar los finales por muy lamentables que sean.