Exactamente, no recuerdo qué día del 2002 me acerqué a los cines de Jaén, debería haberlo apuntado, ya que marcó mi vida cinéfila. Ese día iba con mi hermana, no teníamos ni puta idea de lo que ver, fue unos de esos días en los que se decide peli en frente de la cartelera, a ver si se cruza la suerte, la casualidad y el buen cine.
Vi un cartel de un gordo con una pelota en la mano, asemejada al planeta tierra, y leí el título “Bowling por Columbine”, algo centellea en mi memoria, esas tres palabras me suenan y para bien, ya que me había llegado un revuelo inmenso semanas antes, pero por mi costumbre de no informarme de los estrenos (para no recibir influencias o destripes argumentales) no sabía nada. Convencí a mi hermana para verla con una única frase: “escuché que es la hostia, es una crítica a la sociedad americana”.
Entramos en la sala, una pareja de veinteañeros estaban ya en la penúltima fila, mientras se dan achuchones palomiteros les ignoro y espero a que empiece el film con las conversaciones típicas con mi hermana.
No pasaron ni cuatro minutos, cuando constaté que la película era un documental, pese a la actitud a la defensiva en los primeros segundos, descubrí con interés el planteamiento de la obra, ya que vi a un sagaz Michael Moore moviendo su grasiento culo, abriéndose una cuenta en un banco y recibiendo un arma (“¡Ostia!”, pensé). Cuento tres minutos de risas en los primeros cinco, no tenía ni puñetera idea de qué carajo trataba el docu, pero, indudablemente, me atraía lo que estaba viendo.
Me llamó la atención el comportamiento instintivo del filisteo que achuchaba a su novia, mientras yo me maravillaba del descubrimiento, él, enfurecido, alzó la voz y le preguntó a su novia: “¡pero…pero… ¿qué coño es esto?! ¡Qué mierda es esta! ¿Un documental? ¡¿Sabías de qué iba?! “Tranquilo”_ respondió su novia avergonzada”_ “no lo sabía, a ver si después cambia, a ver…”. A los diez minutos se fueron, yo seguía conmocionado por lo que veía, sólo tenía la compañía de mi hermana en el cine, mejor así, mejor.

“Bowling” es la película de Moore más divertida, menos politizada, con los gags más conseguidos a la par que frescos, con la línea argumental menos cuestionable y llamativa. Ayudados por un ritmo sensacional, caminamos entretenidísimos por las teorías, por los datos, por la seriedad intrínseca del tema aquí expuesto, por el populismo inherente al de Flint, por el estupor al conocer una realidad desconocida, que no deja de ser otra que las consecuencias de una política de horror teledirigida en una sociedad muy similar a la nuestra.


(Por falta de espacio sigo en el spoiler, no revelo nada)