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Fantástico. Acción. Ciencia ficción. Thriller. Drama
Estados Unidos, años 80. La Guerra Fría está en su apogeo, y los superhéroes, que antes habían sido admirados, ahora son perseguidos por la ley. Un día aparece muerto uno de ellos, "El Comediante", que trabajaba para la CIA. Su amigo Rorschach, el único héroe enmascarado en activo, emprenderá la investigación de su muerte, tras la que se oculta algo muy importante. Esperadísima adaptación del cómic de Alan Moore y Dave Gibbons (1986). (FILMAFFINITY) [+]
26 de julio de 2009
13 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recuerdo los hombros de mi padre en aquella celebración del 25 de junio, hace unos diecinueve años. Mientras miraba al cielo con la expectativa de lo sorprendente, en mis retinas se reflejaba la incredulidad de lo real, la fantasía de lo efímero, la inocencia de lo fugaz. Entre mi niñez, bajo las estrellas, sobre el firmamento, cientos de estímulos me traspasaban de arriba a abajo, desde la conciencia a la subconsciencia, arrancando hasta el más mínimo ápice de discernimiento lógico, sólo estaba yo, los hombros de mi padre, la luz, el ruido y mi sonrisa que agradecía a los dioses tremendo espectáculo.
Recuerdo una lágrima que recorre mi mejilla, tropieza en la comisura de mis labios, antes de desplomarse en el vacío del que me protegía mi padre. Probablemente no pude comprender lo que me estaba pasando, hoy, con la distancia de los años, creo que me sentí fascinado, en mi calidad de crío impresionable, ante la inventiva del hombre y su capacidad para modificar la realidad en pos de la ilusión. “¡MAGNÍFICO!”, pensé, al día siguiente ya no era importante.
La tradición por los fuegos de artificio recorren los últimos diez siglos de nuestra cultura. Desde que los árabes nos transmitieran su hábito hace más de diez siglos, los españoles hemos introducido en nuestra solera lúdica el uso de cohetes, petardos, ruedas de fuegos y demás tracas, todo ello para amenizar cualquier fiesta popular necesitada de color, estruendo, el fuego y peculiares explosiones mágicas.
Con el tiempo, el paso de los calendarios, las experiencias y reflexiones asociadas a ellas, mi concepción del mundo ha variado tanto como mis necesidades en lo referente al espectáculo.
Recuerdo una lágrima que recorre mi mejilla, tropieza en la comisura de mis labios, antes de desplomarse en el vacío del que me protegía mi padre. Probablemente no pude comprender lo que me estaba pasando, hoy, con la distancia de los años, creo que me sentí fascinado, en mi calidad de crío impresionable, ante la inventiva del hombre y su capacidad para modificar la realidad en pos de la ilusión. “¡MAGNÍFICO!”, pensé, al día siguiente ya no era importante.
La tradición por los fuegos de artificio recorren los últimos diez siglos de nuestra cultura. Desde que los árabes nos transmitieran su hábito hace más de diez siglos, los españoles hemos introducido en nuestra solera lúdica el uso de cohetes, petardos, ruedas de fuegos y demás tracas, todo ello para amenizar cualquier fiesta popular necesitada de color, estruendo, el fuego y peculiares explosiones mágicas.
Con el tiempo, el paso de los calendarios, las experiencias y reflexiones asociadas a ellas, mi concepción del mundo ha variado tanto como mis necesidades en lo referente al espectáculo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
El escándalo no es música, ni nunca lo será. ”The Watchmen” responde al último grito de la epopeya gráfica reconvertida al cine, comparte tópicos y sugiere alguna novedad que otra, aunque sin despuntar en la homogeneidad del género cinéfilo.
Es evidente que la obra de Alan Moore y Dave Gibbons daba para tres o cuatro películas, y la necesidad de sintetizarla en una es una temeridad cargada de información, floja y sin punch alguno. Si en 160 minutos no me puedes contar una historia, mejor ahórratela, porque a la media hora ya me va a dejar de interesar y cuando me reveles la verdad en los últimos diez minutos ya voy a estar con la pájara encima, haciéndome un buen blowjob.
La gran novedad del film es la presentación de una nueva hornada de superhéroes atípicos, puesto que son feos, gordos, bajos o viejos, una troupe esperpéntica si se le añaden los modelitos de látex con los que desfilan por todo el film. Un héroe tiene que tener carisma, o por lo menos eso me enseñaron en la Marvel, y, bien es cierto, que las caras de los aquí presentados pasarían desapercibidos en el baile de pollas de los sábados en la discoteca de tu pueblo.
Es inevitable hacer mención al calado del film, porque hay una apuesta por la profundidad y crítica política social de carácter atemporal, aunque en ningún momento su voluntad se materializó en algo complejo, sino en un quiero y no puedo algo penoso. No hay nada más desconcertante que el visionado de un blockbuster con ínfulas intelectuales.
En definitiva, sólo me queda por alabar todo lo relacionado con lo técnico y las pretensiones de la película, aunque les haya quedado un big mac vulgar y falto de energía. ¡El siguiente!
Es evidente que la obra de Alan Moore y Dave Gibbons daba para tres o cuatro películas, y la necesidad de sintetizarla en una es una temeridad cargada de información, floja y sin punch alguno. Si en 160 minutos no me puedes contar una historia, mejor ahórratela, porque a la media hora ya me va a dejar de interesar y cuando me reveles la verdad en los últimos diez minutos ya voy a estar con la pájara encima, haciéndome un buen blowjob.
La gran novedad del film es la presentación de una nueva hornada de superhéroes atípicos, puesto que son feos, gordos, bajos o viejos, una troupe esperpéntica si se le añaden los modelitos de látex con los que desfilan por todo el film. Un héroe tiene que tener carisma, o por lo menos eso me enseñaron en la Marvel, y, bien es cierto, que las caras de los aquí presentados pasarían desapercibidos en el baile de pollas de los sábados en la discoteca de tu pueblo.
Es inevitable hacer mención al calado del film, porque hay una apuesta por la profundidad y crítica política social de carácter atemporal, aunque en ningún momento su voluntad se materializó en algo complejo, sino en un quiero y no puedo algo penoso. No hay nada más desconcertante que el visionado de un blockbuster con ínfulas intelectuales.
En definitiva, sólo me queda por alabar todo lo relacionado con lo técnico y las pretensiones de la película, aunque les haya quedado un big mac vulgar y falto de energía. ¡El siguiente!